¿Como mujer, te has hecho el propósito de llegar temprano al trabajo pero alguna u otra razón siempre hay algún impedimento que hace que llegues minutos después de la hora en la que debes hacer el registro de tu ingreso?
Hoy compartiremos contigo algunos hábitos básicos para llegar puntuales.
1.- Preparación un día antes. Las personas puntuales preparan sus cosas una noche anterior, planchan su uniforme (o su ropa de oficina), preparan su comida, alistan los documentos que necesitarán para el día siguiente.
2.- Respetan su sueño. La mayoría de las personas puntuales se duermen y se levantan siempre a la misma hora, respetan siempre sus horas de sueño, en otras palabras, no se desvelan, se acuestan temprano.
3.- Usan la alarma. Hay personas que confían en su reloj biológico, despiertan siempre a la misma hora, si eres una de esas personas recuerda que si un día te acuestas tarde es probable que abras los ojos demasiado tarde, una alarma te ayuda a estar al tanto.
4.- Vías alternas. Las grandes ciudades son escenario de manifestaciones, accidentes, bloqueos y tránsito lento, conoce los caminos alternativos en caso de que haya algún obstáculo en tu derrotero.
5.- Sal media hora antes. Cuando sales con media hora de anticipación viajas más tranquilo, un beneficio extra a tu vida es que alejas el estrés.
6.- Adelanta trabajo. No te dejes amontonar las tareas en un día, vivirás mejor cuando tengas el control de tus labores cotidianas, así tendrás tiempo para resolver cada situación de forma calmada y con la oportunidad de diseñar planes y estrategias de forma más detallada. Si llegas temprano tienes más tiempo para pensar en cómo resolver un asunto laboral.
APLICACIÓN:
Dijo en una ocasión el sabio Salomón: “El alma del perezoso desea, pero nada consigue, más el alma de los diligentes queda satisfecha”.
No hay nada mejor en la vida que demostrarnos a nosotros, a nuestra familia y al mundo entero que somos personas responsables, trabajadoras, con buenos hábitos, dispuestas a emprender cada día como un desafío en el que debemos entregar todo lo mejor.
Seamos personas organizadas.
Planifiquemos nuestro día a día y dejemos a un lado aquellos hábitos que nos puedan distraer, limitar u obstaculizar ese propósito. Seamos así también con nuestros hijos y nuestra familia. Seamos así también en la iglesia, dando siempre más allá de lo que se necesita.
Dejemos de ser observadores y participemos de forma activa y diligente en todo.