Como mujeres reinventarnos puede ser una gran oportunidad y además puede resultar más fácil de lo que piensas. Por eso te invito a que tomes un lápiz y papel para escribir qué te gusta, qué te hace feliz, qué se te ocurre inventar y cómo llevarlo a cabo…

No pretendas partir como gerente, parte como Junior, anda de menos a más, dando pasos pequeños, pasos que uno al lado del otro hacen una inmensidad. Cultiva la humildad, agradece lo más simple de esos logros y escala peldaño a peldaño sin desmotivarte.

Si por alguna razón llegas a caer, llegas a fallar, caerás sólo uno de ellos, y la experiencia ganada será lo que detendrá tu caída. Vive cada día, con pequeñas metas que ese día pretendas alcanzar, y traza tu ruta a diario, en base a lo alcanzado. Y si algo sale mal, evalúa cómo hacerlo de nuevo, mejor, desde tu sabiduría ancestral.

Revisa tu historia, la de tu mamá, la de tus abuelas, y cuenta con toda esa experiencia en tu mochila, todo eso, bueno o malo, está en ti. Úsalo a tu favor. Sigue su ejemplo. Mejóralo, supéralo. Felicítate a ti misma cuando algo te resulte bien, sin caer en egocentrismo, ni en complacencia, siempre humilde, cultiva que tu autoevaluación sea objetiva, y amorosa.

Aléjate de todo lo que te estanque, te disminuya o te aletargue, aunque eso signifique un dolor o perder a alguien, supérate a ti misma y a tus circunstancias. Lee, ora, medita, sueña, canta, pinta, borda, cocina, mira a tus hijos crecer, mira en ellos tu ejemplo, tu virtud. Y deja que el tiempo haga su obra.

CONCLUSIÓN:
Recordemos las palabras del salmista cuando dijo:

“Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí”. Salmos 51:10

Cuando hablamos de reinventarse, volver a vivir, renacer, etc estamos hablando de un cambio interior hacia el exterior. Dejemos de ser esas mujeres cómodas que se han acostumbrado a ver lo que los otros hacen. Marchemos al compás de lo que Dios nos ha pedido y con toda seguridad seremos mejores mujeres, esposas y madres.