Puede ser que tú le tengas mucho miedo a las arañas, y con el tiempo te das cuenta de que tus hijos emiten el mismo miedo, la pregunta es ¿Lo heredaron o lo aprendieron?
Hoy comentaremos al respecto en base a la opinión de diversos expertos y te ensenaremos a cómo evitar transmitir tus miedos a tus hijos.
1.- No te muestres ansiosa. Procura mantener la calma y mostrarte tranquila delante de tu hijo, si el pánico se apodera de ti tu hijo asociará que eso que te da miedo es algo malo. Supongamos que te dan miedo los payasos, ¿sería correcto enseñarle a tu hijo que los payasos son malos?
2.- No prohíbas a tu hijo. Tu miedo a las alturas no debe ser impedimento para que tu hijo tenga prohibido subirse a la montaña rusa, tus miedos no deben limitar la vida de tu hijo. Él no tuvo las mismas vivencias que tú, y si las tuvo es posible que las asimile de distinta forma.
3.- Comunícate. Debes ser sincera y decirle a tus hijos qué es lo que te da miedo, también puedes decirle a tu hijo cómo te puede ayudar cuando tú quedes presa del pánico y sólo esté tu hijo para ayudarte. Dile que tu miedo no debe impedirle cosas.
4.- Comprende sus miedos. Los niños están aprendiendo, puede ser que algo les cause miedo, como la oscuridad, así que no ignores los miedos de tus hijos, deja que tu hijo te explique por qué tiene miedo.
5.- No te rías o te burles. Burlarte del miedo de tu hijo aumenta su ansiedad y daña su autoestima, lo que puede desarrollar sus fobias.
6.- Dale el mensaje correcto. Evita frases como «ves, a tu hermano no le da miedo», así le enseñarás que tener miedo no está bien, y de cierta forma lo invitas a no compartir sus miedos contigo.
7.- No lo obligues. No obligues a tu hijo a superar sus miedos, deja que tu hijo se tome el tiempo necesario para vencer sus miedos.
APLICACIÓN:
Recordemos finalmente las palabras del salmista cuando dijo: Salmos 27:1
27 Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme?
Todos nuestros temores y miedos pueden ser vencidos confiando en la protección de Dios. Debemos aprender también a desechar nuestros miedos. Miedos y temores que nos impidan ser personas activas, personas que podamos trascender a nuestras generaciones por medio de nuestra acción en la iglesia y en la obra de Dios.