Hemos tenido un mal día en el trabajo, entramos en casa y lo encontramos todo patas arriba: el suelo lleno de juguetes mientras nuestro hijo juega con el mando a distancia.
No ha hecho ninguna de las tareas que le habíamos asignado y, entonces, nuestro mal humor estalla de manera desmesurada.
¿Cómo podemos evitar herir al niño con nuestras palabras? ¿Puedo convertir el mal humor en un discurso instructivo?
1. Ser conscientes de que estamos muy enfadados y tomar la decisión de no reaccionar.
2. Recuperar la serenidad, para ello puede sernos útil irnos de la estancia, esperar cerrando los ojos o apartar la mirada, de tal manera que tengamos el espacio y el tiempo que necesitamos para recuperar la serenidad.
3. Cuando nos hayamos calmado utilizar frases que describan los hechos, dejando de lado las descalificaciones y las acusaciones.
4. Recurrir al buen humor es una herramienta poderosísima para suavizar el ambiente, desdramatizar los hechos y volver a la calma.
5. Situar en el presente lo que ha sucedido sin añadirle etiquetas adicionales del tipo… “eres un desastre”, “holgazán”, “siempre….”, “así no llegarás a ningún lado”, “nunca haces …”etc…
6. Escribir una nota o una pequeña carta si nuestro hijo ya lee en la que le describamos lo que ha sucedido, como nos hemos sentido y lo que necesitaríamos hacer nosotros o que él hiciera para solucionar el conflicto.
7. En caso de haber perdido los estribos, pedir perdón o demostrar que sentimos lo sucedido.
CONCLUSIONES:
Por lo tanto, no se angustien por el mañana, el cual tendrá sus propios afanes. Cada día tiene ya sus problemas. Mateo 6:34