Hola que tal que gusto compartir este tiempo juntas. ¿Eres de aquellas a las que en ocasiones le invade la ira y no sabe como controlarla? Pon atención a la siguiente historia que nos dejara grandes enseñanzas al respecto.
Era un sábado por la mañana, cuando Mercedes salió a su jardín y lo primero que vio fueron sus rosas despedazadas en el suelo. ¡Ya era el colmo! El perro de la vecina se pasaba siempre a su jardín a hacer algún destrozo como cavar en la tierra o retozar sobre su césped tan bien cuidado, pero destrozar sus rosas era algo que no podía tolerar. La envolvió una ira muy grande y sintió el impulso de ir a reclamar a su vecina y derramar toda su furia sobre ella.
Tocó muy fuerte a la puerta y esperó. La vecina salió alarmada y le dijo:
– ¿Qué sucede Mercedes?
– ¡Tu perro otra vez y esta vez destrozó todas mis rosas! Te he pedido que lo vigiles, pero siempre se mete a mi jardín a hacer destrozos, yo voy a llamar a la perrera para que se lo lleve.
– ¡No, no puedes hacer eso!
– Entonces no lo dejes salir de tu casa, porque si lo vuelvo a ver en mi jardín… ¡o llamo a la perrera o lo mato! ¡Eres una inconsciente, una irresponsable, una mala vecina, una mujer egoísta y tonta, que no sabe ni controlar a su perro!
– Mercedes por favor, lo siento mucho de veras…Te voy a comprar otras matas de rosas, te lo prometo, hoy mismo iré al vivero y las compraré.
– ¡Yo quiero mis rosas, no las del vivero!
– Es que eso no es posible Mercedes, pero yo te ofrezco reemplazar esas rosas por otras, por favor acepta que yo lo haga en compensación por lo que hizo mi perro.
– ¡No quiero tus malditas rosas! ¡Ya estás avisada, ve despidiéndote de tu perro si lo vuelvo a ver en mi jardín! – Y se fue echando humo.
Se sintió satisfecha de lo que le había dicho a la mujer, se lo merecía. Pero después de unas horas, cuando su ira se había aplacado, empezó a sentir vergüenza por el número que le había montado.
Sin embargo pensaba que había sido necesario, ella se lo había buscado por no tomar en cuenta sus advertencias. “Tuve que hacerlo”, se justificaba, pero no podía dejar de pensar en que quizá se le había pasado la mano. Su conciencia le recordaba que eso que había hecho no era del agrado de Dios.
APLICACIÓN:
Dijo en una ocasión Santiago: “Mis queridos hermanos tengan presente esto. Todos deben estar listos para escuchar y ser lentos para hablar y para enojarse, pues la vida humana no produce la vida justa que Dios quiere”. Santiago 1:19.