Hola que gusto estar nuevamente juntas. Si te preguntaría en este instante: dices generalmente la verdad o frecuentemente recurres a las mentiras? que me responderías? Déjame contarte una historia al respecto que nos dejara grandes enseñanzas.
Un Sultán soñó que había perdido todos los dientes. Al despertar, ordenó llamar a un sabio para que interpretase su sueño.
– ¡Qué desgracia Mi Señor! -exclamó el Sabio- Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de Vuestra Majestad.
– ¡Qué insolencia! – gritó el Sultán enfurecido. ¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí!
Llamó a su guardia y encargó que le dieran cien latigazos.
Más tarde mandó que le trajesen a Nasrudín y le contó lo que había soñado. Este, después de escuchar al Sultán con atención, le dijo:
– ¡Excelso Señor! Gran felicidad le ha sido reservada. El sueño significa que sobrevivirás a todos vuestros parientes. Se iluminó el semblante del Sultán con una gran sonrisa y ordenó que le dieran a Nasrudín cien monedas de oro.
Cuando el mullá salía del Palacio, uno de los cortesanos le dijo admirado:
– ¡No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños es la misma que el primer Sabio. No entiendo porque al primero le pagó con cien latigazos y a ti con cien monedas de oro.
– Recuerda bien amigo mío, respondió Nasrudín, que todo depende de la forma como se dicen las cosas.
De la comunicación depende, muchas veces, la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra. Que la verdad debe ser dicha en cualquier situación, de esto no cabe duda, más la forma conque debe ser comunicada es lo que provoca, en algunos casos, grandes problemas.
La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la envolvemos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura, ciertamente será aceptada con agrado.
APLICACIÓN:
Dijo en una ocasión el apóstol Juan: Jn 1:6 Si decimos que tenemos comunión con El, pero andamos en tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad.