Dios es un Dios de paz, de eso no hay la menor duda. ¿Por qué no hace algo para traer paz a la tierra? Pues eso es justamente lo que está por hacer. Sólo es cuestión de tiempo. En su discurso en el día de Pentecostés, el apóstol Pedro habló en cuanto a una futura restauración de todas las cosas.

Dice así, según Hechos 3:19-21 “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado; a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo.”

Cuando Pedro habla de los tiempos de la restauración de todas las cosas, se está refiriendo a un tiempo en el cual, entre muchas cosas, habrá paz absoluta, la misma paz que añoramos en lo profundo de nuestro ser. Mientras tanto, el mundo seguirá sumido en sus miles de conflagraciones por diversos motivos y con diversos actores. Sin embargo de lo dicho,  le gustaría que Dios haga algo ahora mismo para traer la paz a la tierra.

Bueno, quizá la respuesta de Jesús sería la misma que dio a sus hermanos incrédulos que le exigían que se dé a conocer en Judea. Jesús les dijo, según Juan 7:6 “Mi tiempo aún no ha llegado, mas vuestro tiempo siempre está presto” El hombre es impaciente por naturaleza, quiere todas las cosas para ayer. Piensa que Dios es una especie de geniecillo de los cuentos de hadas, que está a las órdenes de su amo. Pero no es así. Dios tiene su tiempo. Dios sabe lo que hace. Si los tiempos de restauración de todas las cosas todavía está tardando, es porque Dios tiene buenas razones para ello.

Una de esas razones es para que millones en este mundo tengan la oportunidad de hallar la salvación en Cristo. Para que haya paz en el mundo primero debe haber paz en el corazón del hombre. Sin paz en el corazón del hombre, no puede haber paz en el mundo. Así que, no se desespere. Dios debe tener muy buenas razones para detener todavía un poco más la segunda venida de Jesucristo y por ende el establecimiento de la paz absoluta en el mundo.

Mientras ello ocurre, no eche la culpa a Dios por las guerras y la violencia generalizada en el mundo. Las guerras y la violencia no son obra de Dios. Las guerras y la violencia son el resultado del pecado en el mundo. Note lo que dice Santiago 4:1 “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?”

Allí lo tiene. No tiene sentido levantar los puños al cielo e increpar a Dios diciendo: ¿Por qué hay guerra? Dios ya ha respondido a esta pregunta. La guerra y la violencia son resultado de las pasiones egoístas del ser humano. Aun el mismo hombre lo ha reconocido cuando dice: El hombre es el lobo del hombre. No echemos la culpa a Dios de algo que él no ha hecho. El hombre es experto en echar la culpa de sus errores a otras personas.