En el día de Pentecostés no se manifestó el don de interpretación de lenguas, porque no hacía falta. Por cuanto cada grupo de gente que tenía su propio idioma podía oír a los discípulos de Cristo. Ellos hablaban las maravillas de Dios justamente en su idioma.

Tiempo después, cambiaron las circunstancias. Para entonces la iglesia ya había nacido y estaba en pleno y franco desarrollo. En estas condiciones, y en aquel tiempo, si un creyente era guiado por el Espíritu Santo a utilizar el don de lenguas. El que podía entender ese idioma, era edificado espiritualmente porque estaba comprendiendo lo que decía el que hablaba en lenguas. Pero ¿y el resto de la congregación?

Pues el resto de la congregación no entendía nada, porque el que hablaba en lenguas estaba hablando un idioma desconocido para la mayoría de la congregación. Pero los dones espirituales tienen el propósito de edificar a la iglesia en general. La iglesia toda necesitaba por tanto entender lo que estaba hablando el creyente que estaba en uso del don de lenguas. Para satisfacer esta necesidad es que Dios por medio de su Espíritu puso en la iglesia creyentes con el don de interpretación de lenguas.

El creyente que tenía el don de interpretación de lenguas podía comprender lo que estaba diciendo el creyente que tenía el don de lenguas y podía comunicar ese mensaje a la iglesia toda en el idioma que la iglesia toda podía entender. Era la única manera de edificar a toda la iglesia. Tan importante era esto, que Pablo ordena que si en la reunión de una iglesia local no había un creyente que tenga el don de interpretación de idiomas, que el creyente que tiene el don de idiomas se calle.

1 Corintios 14:27-28 dice: “Si habla alguno en lengua extraña, sea esto por dos, o a lo más tres, y por turno; y uno interprete. Y si no hay intérprete, calle en la iglesia, y hable para sí mismo y para Dios”. La expresión “lengua extraña” ha llevado a muchos a pensar que se trata de un lenguaje celestial, pero no es así.

Esta palabra “Extraña” es una palabra que la tenemos e en nuestra traducción del Nuevo Testamento, pero no aparece en el texto original. Fue añadida para hacer notar que se trata de un idioma que no ha sido aprendido por quien lo habla.

Lamentablemente, la inclusión de esta palabra más bien ha traído confusión que claridad. Por cuanto de textos como este es que parte la idea que las lenguas son un lenguaje celestial. En ninguna parte del Nuevo Testamento aparece referencia alguna a lenguas celestiales. Lo que tal vez más se acerca a esa idea sea 1 Corintios 13:1 donde dice. “Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe.”

Pero en este texto, Pablo no está afirmando que él hablaba lenguas angélicas. Pablo está usando una figura retórica conocida como hipérbole, para enfatizar su punto. Lo que está diciendo es que, si él hablase tan excelentemente, como tal vez hablan los ángeles, pero no tiene amor, no le serviría de nada. Llegaría a ser como metal que resuena o címbalo que retiñe.