Gracias por su consulta. Que tal si damos lectura al texto completo en el libro de Santiago donde habla de confesarnos los unos a los otros. Se encuentra en el capítulo 5, versículo 16. Dice lo siguiente: “Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados.

La oración eficaz del justo puede mucho.” Este texto no habla de confesiones públicas de pecados, tampoco habla de que el creyente debe confesar sus pecados a los pastores o a los ancianos de las iglesias locales, tampoco habla de confesión de pecados a un sacerdote.

De lo que está hablando este texto es de la necesidad de actuar con honestidad y transparencia entre los creyentes. Dentro de esto, por ejemplo, si un creyente ofende de alguna manera a otro creyente y luego lo reconoce, se arrepiente y confiesa su pecado a Dios en privado, el texto en Santiago 5:16 dice que debe también confesar su pecado no en público en la iglesia, sino en privado solamente a la persona a quien ofendió con su pecado.

A manera de ilustración, digamos que un creyente difama o habla mal de otro creyente. Lo que debe hacer el creyente difamador es reconocer que ha pecado al hablar mal del prójimo, luego debe confesar a Dios en privado este pecado, diciendo: Dios, estoy de acuerdo contigo en que ofendí tu santidad al hablar mal de tal o cual persona. Luego debe comprometerse ante Dios a no difamar nunca más a nadie. Pero no todo queda allí.

Recuerde que hay un creyente agraviado por la difamación que necesita atención. Lo que el creyente que difamó, debe hacer es, buscar al creyente ofendido y reunirse con él en privado. Para confesar o admitir que cometió un pecado contra él y para pedir perdón.

A esto último se refiere Santiago 5:16 cuando dice: Confesaos vuestras ofensas unos a otros. Si el pecado cometido no ofendió a ningún ser humano, entonces no hace falta confesarlo a ningún ser humano aparte de Dios.