Si un líder en una iglesia local no cumple con los requisitos de carácter que aparecen en el Nuevo Testamento, lo lógico sería que este líder renuncie a su oficio de pastor, obispo o anciano. Enunciarlo es fácil, pero ponerlo en práctica es algo muy diferente y muy difícil. Cuando los líderes dejan de ser irreprensibles, se vuelven ciegos a su pecado y piensan que están muy bien.

Lo bíblico en este caso, es que, si está al tanto de lo que está pasando, actúe conforme a lo que dice el pasaje en Mateo 18:15-18 donde dice: “Por tanto, si tu hermano peca contra ti, vé y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano.”

Si su confrontación en privado y con amor no resulta en un reconocimiento del pecado y en apartarse del pecado por parte de estos líderes que están en pecado. Es necesario que los confronte con la presencia de testigos. Si aún no consigue el resultado esperado, es necesario que el asunto sea llevado a la iglesia. En esta instancia entra en juego el principio que aparece en 1 Timoteo 5:19 donde dice: “Contra un anciano no admitas acusación sino con dos o tres testigos”

Cuando se va a confrontar por algún pecado a un líder en una iglesia local, es necesario hacerlo con testigos y con pruebas que demuestren la validez de la acusación. De otra manera la acusación no tiene valor. Si la falta es comprobada, los otros líderes deben reprender públicamente al líder que ha pecado. Esto implica que ha sido retirado de la posición de liderazgo que tenía. 1 Timoteo 5:20 dice: “A los que persisten en pecar, repréndelos delante de todos, para que los demás también teman.”

No es correcto no hacer nada cuando se sabe de un pecado cometido por uno de los líderes en una iglesia local. El quedarse en silencio sabiendo lo que ha pasado, es equivalente a volverse cómplice del pecado ajeno. Tampoco es correcto andar chismeando y murmurando en contra del líder que ha cometido algún pecado.

Lo correcto es actuar de la forma como se ha sugerido. Aunque es una realidad que la iglesia local está formada por pecadores redimidos, esto no significa que se deba tolerar el pecado. Si algunos líderes se están haciendo los ciegos al pecado de otros líderes, a lo mejor es porque no saben que uno de los requisitos para ser un líder es ser irreprensible. Tal vez, porque los otros líderes también están en pecado y por tanto han perdido autoridad para confrontar el pecado en los demás.

Por supuesto que no es posible erradicar totalmente el pecado de una iglesia local. Pero al menos se debe procurar hacer el esfuerzo máximo para guardar la santidad en la iglesia local. Espero que estas ideas le orienten en cuanto a cómo tratar el asunto del pecado en los líderes de una iglesia local.