Jesús pronunció este dicho a raíz de confrontar a un joven rico con el pecado de amar a la riqueza sobre todas las cosas.

La historia aparece en los tres evangelios sinópticos, de entre los cuales vamos a tomar el relato según Mateo. Se encuentra en Mateo 19:16-26 donde dice: “Entonces vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna?

Él le dijo ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.

Les dijo: ¿Cuáles? Y Jesús dijo: No matarás, adulterarás. No hurtarás. No dirás falso testimonio.

Honra a tu padre y a tu madre; y, Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

El joven le dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta?

Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo, y ven y sígueme.

Oyendo el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.

Entonces Jesús dijo a sus discípulos: De cierto os digo, que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos.

Otra vez os digo, que es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.

Sus discípulos, oyendo esto, se asombraron en gran manera, diciendo: ¿Quién, pues, podrá ser salvo?

Y mirándolos Jesús, les dijo: Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible.”

El joven rico pretendía entrar al cielo con su equipaje lleno de dinero. El problema es que la puerta de entrada al cielo es tan estrecha que no permite atravesar por ella cargado de equipaje. Si el joven rico quería ser salvo debía deshacerse del equipaje. No es que para ser salvo haga falta ser pobre, o que la salvación es sólo para los pobres. Nada de esto. Es cuestión de dónde está el corazón.

El Señor Jesucristo dijo: Donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. Si el corazón de una persona está en la riqueza, aun cuando esta persona sea pobre, no podrá jamás ser salva. El gran problema de muchos ricos es que tienen su corazón en la riqueza. El joven rico de la historia leída tenía justamente este problema. Por eso se fue triste.

Reflexionando sobre este triste desenlace, Jesús dijo a sus discípulos: De cierto os digo, que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Note que Jesús no dijo que es imposible que un rico entre en el reino de los cielos. Para ilustrar esta verdad, Jesús echa mano de un dicho proverbial de su tiempo. Cuando se quería decir que algo es imposible se lo comparaba con hacer pasar un camello por el ojo de una aguja.

Imagine lo grande que es un camello, ahora imagine lo pequeño que es el ojo de una aguja. Es imposible pasar un camello por el ojo de una aguja, como imposible es que un rico por su riqueza gane el derecho a entrar en el reino de Dios.

Los discípulos deben haber quedado muy perplejos al oír las palabras de Jesús. Por eso preguntaron a Jesús: Entonces ¿Qué rico puede aspirar a ser salvo? La respuesta de Jesús fue en el sentido que para que un rico sea salvo es necesaria la intervención divina. Por eso dijo: Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible.

La intervención divina permitirá que el rico reconozca su estado de bancarrota espiritual, permitirá que el rico reconozca que es imposible que por su riqueza sea salvo, y permitirá que el rico se humille delante de Dios recibiendo por la fe el perdón de pecados que Dios ofrece en Cristo a todos los que en él creen y lo reciben como Salvador.