Según la Biblia en Mateo 9:22 Jesús dijo: Ten ánimo, hija, tu fe te ha salvado. ¿Por qué Jesús no dijo: tu fe en mí te ha salvado?

La fe no es lo que tuerce el brazo de Dios para obligarle a hacer lo que no es su voluntad. Por más fe que tenga una persona, eso no va jamás a hacer que Dios haga algo en contra de su voluntad soberana. Dios es Dios, el hombre es hombre. Jamás pensemos que la fe está por encima de Dios en cuanto a poder.

Como dice el autor de Hebreos en el capítulo 11 versículo 1: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.” Explicando este texto, Lois Berkhof dice lo siguiente: Exhorta a sus lectores a una actitud de fe, que los capacitará para levantarse de lo visible a lo invisible, de lo presente hasta lo futuro, de lo temporal a lo eterno y los hará capaces de ser pacientes en medio de los sufrimientos. Esto es fe, mas no una fuerza poderosa que está inclusive sobre la voluntad de Dios. Fe en la fe es equivalente a desconocer la soberanía y el poder de Dios.

Por otro lado, en cuanto a Mateo 9:22 donde dice: “Pero Jesús, volviéndose y mirándola, dijo: Ten ánimo, hija; tu fe te ha salvado. Y la mujer fue salva desde aquella hora.” Se hace la pregunta: ¿Por qué Jesús dijo: tu fe te ha salvado, y no: tu fe en mí te ha salvado?

Bueno, los que piensan que se debe tener fe en la fe, usan este texto como prueba que la fe es todo y que todo es cuestión de fe. El pasaje tiene que ver con una mujer enferma de flujo de sangre desde hacía doce años, quien secretamente se acercó a Jesús por detrás y tocó el borde de su manto.

Esta mujer decía dentro de sí: Si tocare solamente su manto, seré salva de esta enfermedad. Tan pronto esta mujer tocó el manto de Jesús, Jesús se volvió a ella y mirándola directamente a los ojos le dijo: Ten ánimo, hija; tu fe te ha salvado. Al instante, la mujer quedó totalmente sana de la enfermedad que tenía. Pero ponga atención a los detalles. Obviamente esta mujer era una mujer de fe. Seguramente tuvo fe en los médicos que la trataron y por doce años no vio respuesta a su fe.

Otro de los evangelios relata que esta mujer gastó toda su fortuna en los médicos que le trataron. Pero llegó un día inolvidable para ella. La providencia divina hizo que el camino de esta mujer se cruce con el camino de Jesús. No importó la multitud que rodeaba a Jesús, la mujer estaba convencida que con tan solo tocar el manto de Jesús iba a ser sana. La fe siempre necesita un objeto. En el caso de la mujer, el objeto de la fe fue la persona de Jesús. La mujer no tenía fe en la fe, tenía fe en la persona de Jesús, por eso dijo: Si tocare solamente su manto, seré sana.

Allí lo tiene. La fe de esta mujer estaba sólidamente puesta en la persona de Jesús, en el poder de Jesús y en la palabra de Jesús. Es a esta fe a la cual se refirió Jesús cuando mirando a los ojos de la mujer le dijo: Ten ánimo, hija, tu fe te ha sanado. En otras palabras: Animo, has confiado en mí, en mi poder, en mi palabra, por tanto, eres sana. La calidad de la fe está dada por el objeto en el cual se deposita esa fe. No es cuestión de fe en la fe sino fe en la persona de Cristo Jesús. La fe es importante en la vida cristiana, pero de ninguna manera la fe desplaza a Dios del lugar de soberanía y majestad.