Gracias por su consulta. En cuanto al maquillaje cosmético, la Biblia no condena ni ordena su uso por parte de la mujer creyente. En casos así, la mujer creyente tiene la libertad de usar maquillaje o dejar de usar maquillaje.

La mujer creyente que usa maquillaje, no debe despreciar a la mujer creyente que no usa maquillaje tildándola de mística o exagerada o cualquier otro epíteto parecido. De la misma manera, la mujer creyente que no usa maquillaje no debe juzgar a la mujer creyente que usa maquillaje tildándola de mundana o carnal o cualquier otra cosa por el estilo. Hablando de comer de todo o comer sólo legumbres, note lo que dice Romanos 14:1-4

Recibid al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones. Porque uno cree que se ha de comer de todo; otro, que es débil, come legumbres. El que come, no menosprecie al que no come, y el que no come, no juzgue al que come; porque Dios le ha recibido. ¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme.

Este principio se aplica también a casos como esto del maquillaje por parte de las mujeres.  Lo condenable siempre son los extremos. La mujer creyente debe tener muy en claro que su valor como mujer no depende de cómo luce su piel o su cara, sino de lo que Dios ha hecho en ella por medio de Cristo. En lo que respecta al uso de joyas por parte de la mujer creyente.

Normalmente se toma el pasaje bíblico de 1 Pedro 3:3-4 para apoyar la idea que la mujer creyente no debe usar joyas. Pero miremos más de cerca lo que dice este pasaje bíblico: “Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios.”

Este pasaje bíblico está haciendo un agudo contraste entre el atavío externo y el atavío interno. La mujer creyente madura no debe preocuparse solamente por lo externo, por como luce físicamente ante los demás, sino que sin descuidar el atavío externo, debe dar atención al atavío interno.

Para Pedro es absurdo que una mujer creyente gaste todo su dinero en peinarse ostentosamente, en comprar adornos de oro, en comprar vestidos costosos, y no invierta nada en cultivar su carácter para llegar a ser una mujer de espíritu afable Esto significa una mujer de oración, una mujer sumisa, una mujer que conoce la palabra de Dios, una mujer en la cual se manifiesta el carácter de Cristo.

Estas cualidades son las que Dios estima grandemente, no la apariencia externa. Pero esto no significa que la mujer creyente debe descuidar como luce externamente. Sin descuidar lo interno, la mujer creyente debe hacer todo lo que está a su alcance para lucir atractiva para su esposo si es una mujer casada y para el resto de personas también.

No es bueno que por ser creyente una mujer descuide su apariencia personal. Si Dios en su gracia le permite tener alguna joya, no hay nada de malo en usarla. Lo condenable sería que por adquirir joyas, para impresionar a la gente, la mujer creyente descuide su comunión personal con el Señor.