Un amigo me dijo que la maldición no era para la serpiente sino para Satanás. Pero más adelante aparece la maldición para Satanás. ¿Qué culpa tenía la serpiente de que Satanás entre en ella?

El punto de partida para responder esta consulta debe ser el testimonio de la palabra de Dios en cuanto a la justicia de Dios. Hablando de Jehová, Salmo 97:2 dice: “Justicia y juicio son el cimiento de su trono.” Luego Salmo 97:6 añade: “Los cielos anunciaron su justicia”

Según esta palabra, Dios se caracteriza por ser justo. Dios no puede hacer absolutamente nada que sea injusto. Con esto en mente, una vez que Adán y Eva cayeron en pecado, Dios dio a conocer la consecuencia del pecado que acabaron de cometer.

En Génesis 3:14 encontramos la sentencia contra la serpiente. Dice así: “Y Jehová Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida” Cuando en este texto se habla de la serpiente, se está refiriendo a la serpiente física.

Parece ser que antes de la caída en pecado del hombre, la serpiente era diferente a lo que es hoy, muy probablemente caminaba erguida, era herbívora y superaba en capacidad al resto de animales de la creación.

Fue después de la entrada del pecado en la creación que como resultado de la maldición de Dios, la serpiente fue condenada a andar sobre su pecho, una forma de humillación máxima, y a comer polvo. Por supuesto que la serpiente fue meramente un instrumento para que Satanás tiente a la mujer, pero eso no le libra de su responsabilidad.

Así es como actúa Dios. Dios no cometió ninguna injusticia al maldecir a la serpiente. Así que en Génesis 3:14 tenemos la maldición a la serpiente física. En el versículo siguiente, Génesis 3:15 encontramos la maldición a Satanás, la serpiente espiritual. Dice así: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.”

Este versículo es conocido como el “protoevangelio”, por cuanto anuncia por primera vez la victoria final de Cristo sobre Satanás. Este versículo predice la perpetua hostilidad entre Satanás y la mujer, la cual representa a toda la humanidad, y entre la simiente de Satanás, es decir sus agentes o demonios y la simiente de la mujer, es decir el Mesías. La simiente de la mujer, esto es, el Mesías, o Cristo, herirá a Satanás en la cabeza, una herida mortal que producirá su derrota absoluta. Cristo hirió a Satanás en la cabeza cuando murió en la cruz del Calvario.

Por su lado, Satanás herirá a Cristo en el calcañar, una herida dolorosa pero no mortal. Esta herida en el calcañar habla de la pasión de Cristo e inclusive de su muerte, pero no de su derrota absoluta. Por eso Cristo sufrió en la cruz e inclusive murió, pero se levantó de los muertos, venciendo el pecado, el infierno y Satanás. El hecho que a Cristo se le llame la simiente de la mujer sugiere el nacimiento virginal de Cristo. De esta manera, Dios prometió la futura liberación de aquellos que por el pecado quedaron a merced de Satanás.