“Porque en el día de la angustia me esconderá en su tabernáculo; en lo secreto de su tienda me ocultará; sobre una roca me pondrá en alto.” Salmo 27:5
Hoy llueve torrencialmente. ¿Dónde está el paraguas?… No lo encuentro, no lo veo, no se asoma. ¿Es culpa del paraguas o mía que lo uso solamente cuando lo necesito, para olvidarme luego de él hasta la próxima tormenta?…
“Mi hijo enfermó, está en terapia intensiva”, me comparte un amigo. “Solo tiene dieciséis años y su vida corre grave peligro”.
Es difícil describir el dolor del corazón de un padre en esas circunstancias. “Preferiría ser yo quien esté detrás de esta puerta de acceso privado”, me dijo. “Y ahora, Pablo, ¿dónde está Dios?” Tal vez mi respuesta fue algo áspera, pero yo conocía a ese padre.
Siempre rechazó las cosas del cielo y solo se concentró en las cosas de la tierra. Un corazón duro que ahora me pregunta: ¿dónde está Dios? Le dije: “No lo sé, dímelo tú… ¿Dónde lo dejaste la última vez que lo usaste?”… Es que usamos y abusamos de Dios.
Lo recordamos solo de emergencia para luego olvidarnos de Él por “laaaaargos” tiempos.
Si hoy estás atravesando segmentos amargos de tu vida y no logras ver a Dios, no le eches la culpa. Seguramente Él está allí, muy cerca de ti, pero tú no lo ves porque no estás acostumbrado a verlo.
Porque no es prioridad en tu vida. Porque lo buscas como a un paraguas, solamente de tormenta en tormenta. Alguien dijo, y con razón, que los problemas de la vida son esas “campanitas” de Dios que suenan para recordarnos que Él nos está esperando para la comunión. Son llamadas de atención, recordatorios.
Nos enojamos con Él, pero ni siquiera lo consideramos cuando las cosas nos van bien, ¿sí o no? Dios no quiere ser usado. Él quiere ser honrado. No quiere ser tu bombero voluntario, sino quien te advierta del peligro para que no se encienda tu vida en llamas.
No quiere ser solamente tu paraguas para la tormenta, también quiere ser tu sol, tu sombra, tu descanso, tu deleite. Si en lugar de enojarte con Él corres a su encuentro, no habrá prueba que no puedas superar ni lección reprobada. Se hace tarde, debo salir al trabajo en medio de la lluvia.
Al fin encontré ese paraguas, estaba allí, cerca, muy cerca, sólo que yo no lo veía.
Pensamiento del día:
Dios no quiere ser solo tu hospital de emergencias, Él quiere ser tu médico de cabecera.