El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar a los que están perdidos, Lucas 19:10
Seguramente conozcas a Nelson Mandela. Fue el ganador del Premio Nobel de la Paz en el año 1993 por su incansable lucha contra el apartheid y la discriminación racial.

Sufrió veintisiete años de dura prisión bajo constantes amenazas de muerte. En el año 1990 el presidente Frederic de Klerk liberó a Nelson Mandela, que ya tenía 71 años, y juntos negociaron y derogaron el apartheid ‒la segregación y separación racial‒ un año después.

Por ello en 1993 fueron galardonados ambos con el Premio Nobel de la Paz. Tan solo un año más tarde, Mandela llegó a ser presidente de Sudáfrica. Muchos famosos y anónimos han seguido el camino de la paz y de la inclusión al igual que Jesús. Hoy nuestra comunidad nos desafía en medio del avance de las inmigraciones, las diferencias de clases y de cultura. Los mapas marcan fronteras, pero la humanidad es una sola. Los evangelios nos describen a un Jesús fuertemente posicionado en contra de la discriminación racial, religiosa o política.

Una vez, mientras el Señor caminaba por las calles de Jericó, un hombre llamado Zaqueo procuraba verlo. Era judío y, a la vez, servidor público del Imperio romano.

Esto lo hacía despreciable ante los de su propia raza. Un discriminado más. Sin embargo, movido por la inquietud de acercarse por todos los medios para llegar hasta el Maestro, se trepó a un árbol. Jesús lo vio y le dijo: “necesito ir a tu casa”. Ese “necesito” podría ampliarse así: “tengo ganas de estar contigo, quiero conocer más tu historia, me interesas, podemos tener amistad”. ¡Imagínate la sorpresa de aquel hombre! Enseguida preparó la mesa y se dispuso a recibir con alegría al Señor.

Todo lo que sigue no se relata en la Biblia. Lo que sí nos cuenta la Escritura es la crítica que salió de la boca de aquellos judíos que miraban con desprecio a Zaqueo y la enseñanza que Jesús les dejó al decir que venía a salvar lo que se había perdido. Quizá tu hoy te sientas perdido en medio de tu lugar, pero recuerda que Jesús se implica en tu historia, te busca y salva.

Lo perdido a veces está en esa condición por la propia presión de los salvos. Abel García