“Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo,
y su hoja no cae y todo lo que hace, prosperará.” Salmo 1:3

Tal vez no haya texto más claro para graficar la experiencia del don de la salvación y todas las riquezas que encontramos en nuestra nueva vida con Dios en Cristo, que el que el dulce pastor de Israel, David, escribiese en su primer salmo. En él dice que aquel que ha tenido un encuentro personal con Dios se compara a un árbol plantado junto a las corrientes de aguas, que va echando sus raíces en la nueva tierra fértil, que da fruto en su época correcta, su hoja no cae y prospera a lo largo de su vida de desarrollo.

Cada uno de nosotros, por intervención divina de pura gracia y sin participación humana, hemos sido plantados en la misma vida de Cristo por Dios y por su Espíritu.

A partir de entonces es nuestro sustrato. Dijo el apóstol en su discurso en el libro de los hechos que en Él somos, nos desarrollamos y nos movemos. Nuestra responsabilidad es extender nuestras raíces cada día, apropiados por la fe de los nutrientes espirituales de la Palabra de Dios que nos fortalecen.

Así podemos crecer, animarnos a explorar y a ahondar en nuestra vida espiritual y en nuevos niveles de conocimiento de Dios. Dijo el apóstol Pablo en el capítulo 1 versículo 17 de la carta que escribió a los nuevos creyentes de Éfeso, que él oraba para que Dios les dé espíritu de sabiduría y revelación en el conocimiento de Él.

Si bien esta cláusula es condicional, lo que Pablo está diciendo aquí es que no depende de la buena voluntad del Padre sino de la buena fe de sus hijos.

Al igual que un plato de comida servido en tu mesa ya es tuyo, pero el hecho de que esté ahí no significa que ya te haya alimentado. ¡Necesitas apropiarte de él!
Muchos creyentes viven vidas raquíticas, con una piedad débil y atrofiados en su desarrollo por no decidirse a extender las raíces de su fe cada día en comunión con Dios.

Tienen delante de sí, igual que Moisés o que Abraham, toda la tierra prometida para poder apropiarse de cada metro cuadrado que pise su pie. Pero en lugar de ello están paralizados por el miedo, la carnalidad, el temor y la duda respecto a las promesas de Dios.

Pensamiento del día:

Muchos creyentes viven vidas raquíticas, con una piedad débil y atrofiados en su desarrollo por no decidirse a extender las raíces de su fe.