Lo que menos busca Dios de sus criaturas es mantenerlas a distancia. Tristemente su pueblo escogido en la antigüedad, Israel, nunca comprendió este hecho. Fue entonces que, cuando ellos escribían los libros sagrados y tenían que referirse a su Dios, a Jehová, no se atrevían a ponerle un nombre. Por eso inventaron un nombre hecho de consonantes que, antes de escribirlo, se detenían, lavaban sus manos, cambiaban de pluma y luego seguían escribiendo. ¡Ni siquiera se atrevían a pronunciarlo con sus labios! Era un respeto exagerado, un distanciamiento de Dios que Él nunca demandó. Dios tuvo que hacerse hombre y venir a su pueblo y venir a nosotros para decirnos que Él, desde siempre, quiso estar cerca. Y lo hizo en la persona de Cristo. Por tal motivo, cuando Jesús se refería a Dios como “mi Padre”, para los judíos era una blasfemia. Nunca nadie se había atrevido a referirse así.

Hoy también queremos cometer el mismo error que ellos concibiendo un Dios lejano, envuelto en su santidad inaccesible, místico y enigmático. Cuando en realidad lo que Él quiere es caminar a nuestro lado, ser nuestro amigo, nuestro consejero y acortar distancias. Lo triste es que nosotros lo alejemos con rituales, con legalismo o con nuestro pecado e indiferencia. Búscalo a cada paso, lo encontrarás. Háblale a cada minuto, te escuchará. Escúchalo cada noche y Él te hablará. La medida o la magnitud de mi ser espiritual está dada por la cercanía al Espíritu de Dios. Se exige temor, sí, pero esa clase de temor reverente y no de terror paralizante. La distancia más grande, desde el cielo a la tierra, ya la cubrió Él. Queda la otra, la pequeña. La que va desde mi corta vida terrenal hasta su amor, y ese es el tramo que te corresponde a ti. No te pierdas la enorme bendición de su presencia. Todo tu ser será renovado en una experiencia vitalizante y nueva de la cual ya no querrás retroceder.

Pensamiento del día: La magnitud de mi ser espiritual está dada por la cercanía al Espíritu de Dios.