Llegamos al último día de este año. ¡Cuántas cosas nos sucedieron! ¡Cuántos desafíos asumimos! ¡Cuántas cosas se nos fueron de las manos! Sea como sea, estamos aquí. Una vez más parados en el presente, revisando el pasado y mirando un poquito hacia el futuro. Algo similar le sucedió a Jesús.

Su obra en esta tierra estaba llegando a su fin. La hora de Su partida al cielo estaba más cerca que nunca y empezaba a despedirse.

No era fácil para quienes habían estado compartiendo sus vidas con el Maestro. Después del refinado tiempo de entrenamiento espiritual a Su lado, ya no eran los mismos. Habían cambiado sus metas, su manera de ver la realidad y su amor hacia el prójimo.

Habían descubierto a Dios y sabían que había un propósito para sus vidas mas allá de las redes y los peces del mar. De ser simples pescadores, habían pasado a ser “Sus discípulos”.

Habían aprendido a perdonar, a compadecerse a superar miedos y a conocer las cosas del cielo, Pero ahora, algo terminaba. Y ellos debían prepararse para una pérdida desesperante. En ese contexto Jesús les deja el legado más precioso: Su Paz.
Un autor llamado Matthew Henry escribió: “Cuando Jesús estaba por dejar este mundo hizo un testamento. Entregó su alma al Padre, legó su cuerpo a José de Arimatea.

A los soldados les dejó sus túnicas. A Juan le encargó a su madre. Pero ¿Qué podía dejar a sus discípulos, aquellos que lo habían dejado todo por Él? No tenía plata ni oro; pero les dejó algo infinitamente mejor, SU PAZ”

Nació en un pesebre prestado, fue enterrado en una tumba prestada, pero resucitó a una vida propia y fue al cielo a preparar un lugar para esperarte. Mientras tanto, en este mundo te acompaña y te acompañará SU PAZ.
Que cada Pausa en tu vida, ahora y siempre disfrutes de esa PAZ, compruebes ese AMOR y descanses en esa ESPERANZA.

PENSAMIENTO DEL DÍA:

Y he aquí YO estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén. (Jesús)