Al oír hablar sobre Diógenes, Alejandro Magno quiso conocerlo. Así que un día en que el filósofo estaba acostado tomando el sol, Alejandro se paró ante él. “Quería demostrarte mi admiración», dijo el emperador.

Y continuó: «Pídeme lo que tú quieras. Puedo darte cualquier cosa que desees, incluso aquellas que los hombres más ricos de Atenas no se atreverían ni a soñar”. “Por supuesto. No seré yo quien te impida demostrar tu afecto hacia mí”, respondió Diógenes. “Querría pedirte que te apartes del sol.

Que sus rayos me toquen es mi más grande deseo. No tengo ninguna otra necesidad, y también es cierto que solo tú puedes darme esa satisfacción”.

Seguramente habas oído esta historia que pone el acento en la importancia de disfrutar de lo que uno tiene y posee en vez de vivir la vida con la ambición constante de tener cada vez más.

Y porque Dios conoce el corazón del ser humano, atendió a través de Su Palabra el problema central de la ansiedad, la ambición y la insatisfacción.

En el Sermón de Monte declaró un principio relacionado con esto. Por eso les digo: No se preocupen… Nos llama a la reflexión, a mirar la naturaleza y las opciones que nos ofrece a través de los pájaros y las plantas para que entendamos, que a veces buscamos cosas equivocadas, en los lugares equivocados y así nos desesperamos, preocupamos de más y vivimos a crédito y en deudas interminables.

Porque es la ambición de una persona la que la puede transformar en un sujeto de crédito interminable. No está mal que seamos prudentes con aquello que necesitamos y trabajemos por conseguirlo; pero cuando el reino de lo material reemplaza al de lo espiritual, nunca estaremos totalmente satisfechos.

Es una cuestión de prioridades. Primero el reino de Dios y Su justicia, luego todo vendrá por añadidura.

PENSAMIENTO DEL DÍA:

Buscar lo que Dios quiere para nuestra vida, ordena lo que nosotros queremos en esta vida.