Era una persona siempre preocupada por todo. Un día Marcos vio a su amigo caminando tan feliz como fuera posible, silbando y cantando, con una sonrisa grande en el rostro.

Parecía no tener preocupación alguna. Marcos no podía creerlo, y quería saber lo que le había pasado.

— ¡José! Oye, ¿qué te ha pasado? —le preguntó. — Ya no te veo preocupado.

— ¡Es maravilloso, Marcos! No me he preocupado para nada en dos semanas.

—Qué bueno. ¿Y cómo lograste eso?

—Contraté a un señor para que él se preocupe por mí, —explicó José— y yo me desentendí de ello.

— ¿Qué? —exclamó Marcos.

—Así es.

—Pues, tengo que decir que esto es algo nuevo para mí, —Marcos se frotaba la cabeza. — Dime, ¿cuánto te cobra?

—Mil dólares por semana.

— ¡Mil dólares! ¿Dónde consigues mil dólares por semana para pagarle? —demandó Marcos.

— ¡Esa es su preocupación! —respondió José.

Esta irónica reflexión nos descubre el secreto de uno de los males endémicos de nuestros tiempos: La Preocupación. ¿No te parecería fantástico que otro pudiera encargarse de tus preocupaciones? Pues, la Biblia dice que esto es posible. De hecho, Dios invita a todos sus hijos a echar todas sus ansiedades sobre él (1ª Pedro 5:7). Y lo mejor de todo, no te cuesta ni un centavo.

Dios se ofrece para tomar todas tus preocupaciones sobre sí mismo. Y dado que Dios recibe nuestras ansiedades, y que nos ha mandado no preocuparnos, quiere decir que toda preocupación es pecado. Dios nos dice constantemente en la Biblia que no nos preocupemos.

Cuando desobedecemos su Palabra, es pecado. La preocupación probablemente es el pecado más común de nuestros tiempos.

Básicamente significa: “dividir en dos la mente”. Eso es lo que sucede en el interior de la persona ansiosa, divide sus fuerzas.

Parte las ocupa para hoy, pero la otra mitad se desperdicia pensando en lo que vendrá mañana. ¿Resultado?… El 50 % menos para soportar el 100% de las cargas de hoy.

Pensamiento del día:

La preocupación es una mente dividida.