Ya hemos hablado muchas veces de cómo pasas por en medio de los problemas, con quién atraviesas el tiempo de dolor, pero hoy quiero fijar la mirada en la realidad de cómo acompañas tú al atribulado. ¿Tienes amigos en problemas? ¿Te preocupas por ellos? ¿Sabes de sus necesidades? A veces decimos la trillada frase de: “estaré orando por ti”, pero suele ser una frase casi por compromiso, algo que sabemos que debemos decir para quedar bien y pocas veces sin ser real. Sé que hay muchos que oran sinceramente y fielmente por los demás, pero vamos, hablemos con la verdad; en muchas ocasiones sólo lo decimos por cortesía.

Creo que es una práctica que debemos cultivar en nosotros, hacerlo cotidiana y conscientemente, adrede; porque no son cosas que nos nacen porque sí. La razón es que no estamos programados para mostrar amor y gratitud, el comportamiento por defecto es más bien egoísta y mezquino. Así que debemos trabajar en eso, ¿Cómo?: teniendo un contacto más personal, haciendo preguntas que sean más profundas, tratando de conocer sus necesidades emocionales, espirituales y hasta materiales; no quedarnos con las buenas intenciones y buenos augurios, ir un poco más allá, ofrecernos a ser de ayuda, a llevarles al aeropuerto para que no pague el taxi, ayudarles a cambiar de lugar los muebles de la casa o reparar algo de su jardín; apoyarles económicamente cuando estén pasando por necesidades y por sobre todo gastar unos minutos al día orando por ellos. Recuerda lo que dijo el Señor Jesús: “ellos sabrán que son mis discípulos cuando vean que se aman”. Tómate un café con Dios y cuéntale de tus amigos y más tarde invita a uno de ellos a tomar un café y conversar.

Seamos prácticos: ¿A quién vas a llamar?
¿Le invitarás un café?
Pregunta en qué puedes ayudar en su vida.