La amargura que encontró sustrato en lo más íntimo de nuestras almas le otorga un lugar de preeminencia al enemigo mismo de nuestras almas: El Diablo.

Poco a poco este adversario ejerce influencia sobre la nosotros y nos conduce a cometer errores graves. Expresiones humillantes y despreciativas, actitudes de enojo, de inconformidad, acciones equivocadas y hasta la misma fe del individuo se va deteriorando.

El salmista lo explica de una forma clara y directa en la Palabra de Dios: “Se llenó de amargura mi alma, y en mi corazón sentía punzadas. Tan torpe era yo, que no entendía; era como una bestia delante de ti”. (Salmo 73:21, 22). Es que la amargura llega a cegar el entendimiento de las personas. No reflexionan, ni dan lugar a una palabra de orientación que les permita conocer los planes de Dios.

Cuando las personas son temperamentales y explosivas, no sólo se daña el portador de la amargura sino que daña a otros dentro de la familia, en el trabajo y donde se estacione el amargado, donde hable, camine y se desenvuelva. El mal de la amargura avanza como una raíz cada vez más profunda y se extiende en forma subterránea llegando lejos y brotando en otros sitios.

Reconozcamos que la amargura es pecado, y nos conducirá a la muerte. Será mejor confesarlo y apartarnos de él para alcanzar la misericordia de Dios. En la vida, descubrimos que las relaciones humanas se quiebran con facilidad. Se rompen y quedan los pedazos como pruebas de falta de perdón y amor sincero.

Arranca de raíz tu amargura y restaura tu relación con los demás para que puedas disfrutar plenamente las bendiciones de tu Dios.

La amargura procede de un resentimiento que puede permanecer mucho tiempo dañando la vida de quien lo alberga. Por más que disimule estorbará las bendiciones del cielo.

Lo mejor es confesar el pecado y apartarnos de él. No olvides que guardar rencor en tu corazón es como golpearte la cabeza contra la pared y esperar que le duela al otro. O tomar veneno y esperar que sea el otro quien se intoxique.

No. El primer y principal perjudicado siempre serás tú mismo.

Pensamiento del día:

Un rencor oculto acaba siendo una tragedia manifiesta.