Una de las historias más conocidas de la Biblia es aquella en la cual un joven adolescente, pastor de ovejas, derriba épicamente con cinco piedras y una honda al filisteo de enorme estatura que intimidaba al ejército de Israel durante el reinado de Saúl. Su valentía lo impulsó a actuar sin miedo, poniendo su confianza plenamente en ese Dios que él conocía porque lo había protegido varias veces en el desierto mientras, cuidaba las ovejas de su padre. Si su biografía hubiera terminado allí, hubiera sido casi una leyenda y nada más. Sin embargo, su vida continuó en duros y largos años turbulentos y complicados. Siendo ya un rey establecido en Israel, quizá tres décadas después de este suceso, recibió la visita de un profeta y amigo llamado Natán. Este hombre le trae un caso a juicio. Le cuenta que un hombre muy rico había robado la única oveja preciada y valorada que tenía un hombre pobre, muy pobre. David se enciende en ira y le dice que ese hombre merecía la muerte. Lo que el rey no imaginaba, era que se estaba dictando su propia sentencia, ya que ese caso era justamente el suyo. David, había tomado por mujer a la esposa de uno de los más fieles de sus soldados, mientras estaba ocioso en el palacio y su ejército en plena guerra.

Ciertos permisos que los seres humanos nos damos en la vida suelen ser complicados, peligrosos y determinantes. Permitirnos creer que somos inmunes al error o al pecado. Este primer punto nos deja en una zona de autosuficiencia que consiente con el orgullo y la soberbia. Permitirnos quedarnos en la pereza y ser ociosos, abre la entrada a pensamientos erróneos, mientras otros están en el lugar correcto haciendo lo correcto también. Permitirnos ver lo prohibido, acceder a pequeños males, creyendo que no nos afectará. Esto también desliza nuestros límites y sin darnos cuenta quedamos enredados en malas decisiones que traerán consecuencias. Si queremos permanecer firmes en nuestras vidas, no nos demos permisos de los cuales luego tengamos que arrepentirnos. Pongamos freno al mal y seamos concluyentes en lo bueno y lo correcto.

Vence con el bien el mal