¿Te han dicho alguna vez, esto que hiciste está mal? No nos gusta oír demasiado esta reprensión, pero quizá es la forma de darnos cuenta cuando nos equivocamos para luego volver a empezar, crecer y apropiarnos de algún aprendizaje para nuestras vidas. Se supone que así debería ser.

Sin embargo, a lo largo de los siglos, muchas sociedades fueron víctimas de no haber aprendido repitiendo lo malo una y otra vez.

Cuando leemos el libro de los jueces en el Antiguo Testamento, vemos resaltadas casi siete veces:” Hicieron pues, los hijos de Israel lo malo ante los ojos de Jehová”.

Pero tras las siete apostasías surgían desde el amor de Dios, nuevas liberaciones y oportunidades a través de personas que Él levantaba para liderar.

Estos jueces eran reformadores políticos y religiosos que tomaban conciencia de la degradación moral del pueblo y tenían la misión de conducir al cambio, motivar y enseñar nuevamente los propósitos de Dios para ellos en asuntos puntuales. Ninguno de estos “Elegidos” tenía en sí mismo algo de lo que pudieran gloriarse.

Otoniel, era sobrino de Caleb. Aod, era un zurdo algo agresivo. Samgar era simplemente un campesino sin posición distinguida. Débora era mujer y en esa cultura no era fácil para la mujer ser reconocida. Gedeón era miembro de una familia ignorada de un pueblo pequeño.

Sansón un hombre de fe, pero demasiado pasional como para hacer las cosas de la mejor manera. Y así podríamos continuar la lista de todos ellos. Personas comunes, pero con misiones claras en un contexto sombrío de desorden, desobediencia y rebeldía.

Extraña manera ¿No es verdad? Pero también así es Dios. Rompe nuestras lógicas y nos sorprende con su trato. Nos ha elegido con un propósito especial en medio de nuestras familias y de nuestra sociedad. Pero lo llamativo de su método es que usa personas comunes como tú y como yo. Por su Espíritu nos capacita. Por Su poder nos fortalece y por Su Palabra nos instruye para transformar nuestras vidas e impactar a nuestra generación.

Pensamiento del día:

Si te crees grande para las cosas pequeñas, quizá seas demasiado pequeño para las cosas grandes.