Cuando las cosas se nos complican demasiado, buscamos soluciones inmediatamente.

El problema es que a veces no podemos encontrarlas. Es como la anécdota de aquel hombre que llegó muy tarde a su domicilio y, ya en la puerta, no hallaba las llaves para poder abrir. Buscaba desesperadamente debajo de la farola una y otra vez; pero sin encontrarla.

Al paso se detiene un vecino que justo pasaba por allí y le ofrece ayuda para buscar. Sin poder hallar la llave, le pregunta si estaba seguro que se le había caído en ese lugar. El hombre le responde: “No sé si este es el lugar exacto donde la perdí; pero aquí hay luz”

Igual que este personaje de la historia, sucede en nuestra experiencia de vida. La luz que tenemos para alumbrar las complicaciones o crisis que advienen, suelen ser las vivencias que ya tuvimos.

El problema radica en que lo pasado no siempre es suficiente para iluminar las búsquedas del presente. Necesitamos buscar aun en la oscuridad las nuevas herramientas para aprender, reflexionar y si es posible…solucionar lo que nos ocurre.

Por supuesto que la experiencia es necesaria y aporta sabiduría; pero las cosas nuevas requieren nuevas estrategias y nuevos aprendizajes.

La Palabra de Dios, la Biblia, es una lámpara para nuestros pies y una lumbrera para nuestros caminos. Ilumina en lo cercano e inmediato, pero también en el camino más allá y hacia dónde vamos. Algunas personas no la pueden entender o consideran que ya pasó de moda.

Sin embargo, sus promesas, sus preceptos y sus enseñanzas tienen las respuestas que el ser humano necesita para cada circunstancia de su vida.

Su lectura nos acerca a la persona de Dios, nos revela Quién es Él y nos vivifica dándonos esperanza y seguridad. Dedicar un tiempo diario para leerla, abre tu conciencia hacia la Verdad de Dios y despierta un espíritu de búsqueda que termina en Su mismo encuentro contigo. Es triste ver como la humanidad intenta seguir buscando a la luz de las velas de otras seudo verdades, cuando Jesús mismo es la Luz y la Verdad

Pensamiento del día:

La conciencia no es un vaso para llenar sino una luz para encender