Muchas veces me he preguntado ¿cómo el pueblo de Israel puedo traicionar a Dios? En realidad no somos muy distintos a ellos y creo que hasta somos peores porque ahora contamos con la presencia del Espíritu Santo en nosotros y tenemos su Palabra a nuestro alcance, entre otros beneficios, pero también hacemos lo malo ante sus ojos. Es fácil culpar a los demás de sus pecados y podemos clasificar y poner en grupos por gravedad de faltas; estos se toleran, estos son dignos de reprensión pública y estos de excomulgación, tenemos todo un sistema de trato con el pecado pero cuando se trata de NUESTROS pecados somos negligentes y justificamos lo que hicimos.

Quiero tomar tres palabras que pueden ayudarnos a mantener una vida de santidad práctica:

1- “Después de…” si vemos el contexto después de haber crecido sin conocer a Dios de forma personal, después de no creer en que era capaz de obrar en ellos, hicieron lo malo. Después de todo lo que habían recibido, de haber disfrutado de su bondad y amor hicieron lo malo. Mira lo que ha pasado en tu vida hasta ahora y eso te dará una buena razón para no pecar, date cuenta de todo lo que Dios hace, como te protege y sostiene y eso te frenará de pecar.

2- “Hicieron”, la verdad es que sea cual sea el panorama o situación de tu vida el que tiene la responsabilidad y culpa del pecado eres tú, por más que trates de justificarte o acusar a otros que te llevaron a hacerlo, siguen siendo excusas y por tu propia decisión y la mía pecamos, por lo tanto somos nosotros los que hacemos lo malo. No culpes a Dios ni a nadie de tus acciones, considera que está en tu poder la voluntad de ceder o mantenerte firme para no pecar.

3- “Sirvieron”, el Señor Jesús enseñó que cualquiera que peca se hace esclavo de ese pecado, lo toma como señor de su vida y se somete a él. Así nosotros ponemos nuestros ídolos o baales ante nuestras vidas, todo pecado o hábito pecaminoso es una forma de idolatría porque ocupa el lugar de Dios en nuestro corazón. Quita eso de tu vida y entrona a Jehová en el lugar que le corresponde.

Piensa en estas tres cosas mientras tomas tu taza de café con Dios, mira cómo estás viviendo y dale a Dios su trono.

Examina tu vida según estos tres puntos y haz los cambios necesarios