Todo pueblo, toda provincia, por más civilizada o apartada de la civilización que se encuentre, tiene en su folklore, en su historial de mitos y leyendas, en su archivo cultural autóctono, una cantidad de santos venerados a quienes rinden culto y son el orgullo de sus habitantes.

Creencias populares que se transmiten oralmente de generación a generación y sacian esa sed de creer en algo o en alguien que pueda hacerles favores.

No interesa qué haya sido en vida, si fue famoso o murió en circunstancias dramáticas, reúne los requisitos para postularse como “Nuevo Santo popular”. Esta tendencia idolátrica está tomando matices alarmantes.

Los hay cantantes, deportistas y ¡Hasta maleantes!

En Argentina, país que se ha vuelto dramáticamente supersticioso, existe, por ejemplo, “La difunta Correa”, una mujer que murió por deshidratación en el desierto y su hijo se salvó amamantándose del cadáver de su madre por días. “El Gauchito Gil”, que nadie sabe de dónde salió.

“La Salamanca”, del norte argentino, con connotaciones diabólicas, “Santos Vega”, producto de un cuento popular. Hasta un bailantero libertino que murió en el apogeo de su carrera: Rodrigo.

También está la cantante Gilda, y la última modalidad, no hace falta que haya muerto, si fue de fama popular y puede ser objeto de mi adoración, califica para santo.

Como el caso del astro del foot ball: Maradona, que es venerado y hasta se ha fundado una iglesia en su honor: La Iglesia Maradoniana”.
¿A dónde queremos llegar con este frenesí ideológico que me hace dar culto a las criaturas antes que al Creador?

Se rinde culto a todo aquel que haya muerto en circunstancias dramáticas o que halla realizado alguna proeza en cualquier disciplina, pero se ignora la muerte de Cristo en la Cruz y sus efectos cósmicos.

No te pongas la soga al cuello, Dios te pedirá cuentas de tu adoración y eso definirá tu eternidad. No olvides que un día no muy lejano, toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor, comienza desde ahora.

Pensamiento del día:

Aquello que desvía tu adoración a Dios hoy, desviará tu destino eterno mañana.