No puedo dejar de hablar sobre este tema tan preponderante en toda la Biblia, me estoy refiriendo a la oración. Lo necesito.

Me hace bien refrescar estos conceptos pues tengo la tendencia a olvidarlos. También tú, estoy seguro que te sientes en deuda al respecto. Por tal motivo, hablemos en esta reflexión sobre este tema tropical. Empiezo con un golpe bajo. (no te ofendas porque te va doler) ¿Cuánto tiempo oraste hoy?… Mejor dicho: ¿Oraste?… Y ¿ayer?… ¿Anteayer? ¡¿ESTA SEMANA?!

¿Lo puedes ver? Es como dejar de respirar, de comer, de pensar. Es vital la oración para todo hijo/a de Dios. Es el oxígeno para el alma, el sustrato donde puede desarrollarse y crecer mi relación espiritual con Dios. Es una regla, debe ser un hábito, ¡es una orden! “OREN SIN CESAR.

” Si existe una regla clara y tajante sobre cuál es tu verdadera estatura espiritual, esa debe ser la medida de tu tiempo a solas con Dios en oración.

No te engañes. Te puedes comparar con otros y verte mejor que muchos. Puedes tener tu propio concepto de la vida cristiana y creerte en buena forma, pero si tu oración es raquítica, tu vida espiritual está gravemente enferma. Enferma de pecado, pues varios textos de las sagradas escrituras dejan en claro que la falta de oración es un pecado, puesto que la oración se presenta como una orden, y no como una opción que pueda o no escoger.

Están los otros, puede que sea tu caso. Oran, sí, pero para sus propias necesidades. Nunca agradecen, nunca confiesan, nunca alaban, nunca interceden por los demás y nunca adoran en espíritu y en verdad. Son egoístas, oraciones mayormente no contestadas. Buscan más la respuesta de Dios que al Dios de las respuestas. No hay disfrute en hacer contacto con tu Padre, Consejero, Novio, Amigo y Protector.

Otra vez, ¿oraste hoy, ayer, anteayer?… ¡Vamos! ¿Necesitas que Dios baje otra vez de su cielo para decirte que disfruta en escucharte, como un Padre disfruta en recibir llamadas de su hijo a varios kilómetros de distancia?…

Pensamiento del día:

“Si viven desconectados de mí son unos inútiles”. (Jesús)