Dos hombres, uno capataz y el otro carpintero bajo sus órdenes, estaban parados en la cubierta de un buque.

“Bueno, Samuel”, dijo el capataz, “me han dicho que tú eres uno de esos que dicen estar seguros de que sus almas irán al cielo y se salvarán. Me parece presuntuoso. ¿Estás realmente seguro?” A lo que Samuel respondió: “Por supuesto. ¡Gracias a Dios que soy salvo! No hay nada de lo que esté más seguro en esta vida.” “Pero ¿cómo puedes estar tan seguro, si aún estás, igual que yo en este mundo?”, respondió el capataz. “Bueno, le responderé con otra pregunta.

¿Cómo sabe usted qué largo exacto tiene este acueducto que estamos reparando?” “Pues porque lo dice el libro de planos del constructor del barco, y no hay margen de error. Tiene, exactamente 14 pulgadas”. “¿Está usted seguro, mi capataz?” “Por supuesto.

Si lo dice este libro, así ha de ser.” “Pues bien”, dijo Samuel, “por el mismo motivo es que estoy seguro de mi salvación. Porque lo dice este libro”, y sacando su Biblia le leyó promesas de vida eterna. “Este libro es Palabra de Dios, el Constructor y Diseñador de este universo y de nuestras vidas, y Él no miente ni se equivoca.”

Las vidas de aquellos que han depositado su fe en Dios están guardadas por sus promesas y no hay margen de error. Esta seguridad y esta esperanza es una base sólida al momento de enfrentar los horizontes de crisis en esta vida.

En cambio, cualquier otra oferta de soporte que el mundo proponga es riesgosa. El gran apóstol Pablo dijo en su carta a Timoteo: “Yo sé en quién he creído y que es fiel para guardar mi depósito para aquel día.”

Este mundo está lleno de promesas no cumplidas y personas defraudadas, pero los que confiamos en Jesús, nunca seremos traicionados porque Él ya nos mostró su amor en la Cruz. Y… ¿Quién puede amar así?

Pensamiento del día:

No dudes. El mismo que ayer murió por ti en la Cruz es el que te recibirá en la eternidad mañana.