La lengua es el órgano principal del sentido del gusto.

En su superficie se albergan unas 10.000 papilas gustativas que reconocen, básicamente, cuatro cualidades subjetivas o “gustos”: el ácido, el salado, el amargo y el dulce. En el año 2000 se confirmó un quinto gusto: el “umami”, que la lengua detecta en la carne con excedentes de resaltadores artificiales del sabor, como el glutamato.

El 19 de Julio del 2003, un austriaco de 42 años, se convirtió en el primer hombre en el mundo en recibir un transplante de lengua. Tenía un tumor maligno y los cirujanos reemplazaron el miembro por otro de un donante cadavérico.

Para el odontólogo argentino Bernardo Levit, un especialista en halitosis, la lengua es una de las superficies más contaminadas del cuerpo humano, debido a las secreciones mucosas, células muertas y bacterias.
Este simpático miembro de nuestro cuerpo humano nos seguirá deslumbrando con sus propiedades y virtudes, pero su mal uso seguirá siendo un problema en nuestras relaciones interpersonales, siempre.
No en vano, Dios en su legado a la humanidad: La Biblia, dedica extensos párrafos para referirse a la lengua. Sólo el apóstol Santiago, en su carta, discurre sobre este tema por varios versículos.

En el capítulo 3:5, leemos: “Así también la lengua es un miembro muy pequeño del cuerpo, pero hace alarde de grandes hazañas. ¡Imagínense qué gran bosque se incendia con tan pequeña chispa!”
Si tan sólo midiéramos el alcance de nuestras palabras antes de dejar que salgan por nuestros labios, nos evitaríamos problemas.

Si tuviésemos la sabiduría del cielo de la que habló Santiago, para usar nuestra lengua para bendecir, consolar, reparar el daño, alentar y perdonar, seríamos más felices y menos rencorosos.

Deja que el Espíritu de Dios tome control de tu ser y te use para Su gloria. Ese miembro tan pequeño tiene la virtud de edificar como de destruir.

No olvides que la lengua está puesta en un lugar muy húmedo… resbala fácil.

Pensamiento del día:

Más mató la lengua que la espada.