Es imposible imaginar al antiguo imperio romano separado de su Sistema esclavista.

Los esclavos ocupaban el escalón más bajo de las clases sociales. Tan bajo que perdían prácticamente la condición humana y eran tratados como objetos.

Los ejércitos llevaban a los prisioneros de vuelta como parte de la recompensa de una guerra y los convertían en esclavos.

Luego, eran vendidos en subastas donde cualquier romano de clase media o alta compraba por un bajo precio a quienes consideraba útiles para su servicio. Maltratos, torturas y abusos de toda índole eran el destino de aquellos que caían injustamente en estado de esclavitud.

La libertad pasaba a ser un sueño imposible y la dignidad humana un derecho violado y olvidado. Lamentablemente a lo largo de la historia, muchos otros imperios sostuvieron la base de su economía a través de los cautivos que se llevaban por botín luego de cada conquista.

Aun durante la colonización de América este flagelo se hizo presente, dejando daños irreparables culturalmente. Recién hacia fines del siglo XVIII el movimiento antiesclavista promueve la abolición que poco a poco fue legalizándose en distintos países.

Para entender la Cruz de Cristo las imágenes nos transportan a esa plaza de esclavos. A ese mercado en el cual algunos “Redimían”, compraban o recuperaban a través de un pago, ya sea por una adquisición o por un rescate. Nuestro estado de pecado, también hizo necesario un acto divino de rescate. Todos los seres humanos quedamos cautivos por el pecado desde el Edén.

La caída de la raza humana hizo estragos en nuestra moral, nuestros pensamientos y en nuestra voluntad, alejándonos de la comunión perfecta con Dios. Pero en Jesús fuimos redimidos. Él pagó el más alto precio: “Dio su vida en la cruz por todos nosotros”.

Ese acto de Amor y Gracia nos sacó de un estado de esclavitud, nos llevó a un estado de libertad y nos puso en un lugar de privilegio en el que Dios es nuestro Padre y nosotros NO somos esclavos sino hijos.

Pensamiento del día:

Lo importante no es cambiar de amo sino dejar de ser esclavo.