Algunas plegarias y oraciones son más bien quejas y acusaciones que hacemos contra Dios y no un pedido de fortaleza. Dudamos que su intención es nuestro bien y realmente manifestamos nuestra incredulidad al pensar que es incapaz de hacer esos milagros que otros tanto hablan. Racionalizamos nuestra situación actual con las historias y llegamos a la conclusión de que son exageraciones o cuentos para niños, o pensamos que Dios no nos ama y por eso nos tiene en este predicamento como una forma de castigo y decimos: “si realmente Dios estuviera conmigo, no estaría viviendo esto.”

Esta actitud es muy peligrosa pues no te quejas de tus problemas sino que acusas a Dios de que es su falta de amor la que te tiene bajo esta presión. Ante esto sólo tienes dos opciones: sigues en tu necia actitud o reconoces que estás juzgando a Dios y en vez de quejarte comienzas a darle gracias por las cosas que sí pasaron o por las que Él no permitió que te ocurran. Encuéntrate con Dios y dile las cosas que te afligen, tómate un café con Dios.

¿Te quejas de Dios? ¿Piensas que está en tu contra?