¿Has perdido cosas importantes en tu vida? Creo que de una manera o de otra, todos hemos pasado alguna vez por la experiencia de perder algo valioso.

Este capítulo de Lucas 15 contiene tres historias de algo que fue perdido y encontrado: Una oveja perdida, una moneda perdida y un hijo perdido.

Mucho se ha escrito sobre la parábola del hijo pródigo y Jesús mismo enseñó acerca de la condición humana y la actitud de Dios como Padre amoroso y perdonador.

Pero un aspecto interesante a resaltar, es esta escena que describe el texto número 20. Cuando el hijo se arrepiente y decide volver, el padre sale a su encuentro, corre, lo abraza y lo besa.

La historia continúa y sigue un banquete, un anillo, nuevas ropas y alegría. Pero no era común en medio oriente y en el contexto cultural al que refiere la parábola, que un padre de esa edad y posición social saliera desesperadamente a recibir a su hijo.

Lo que hubiera sido respetable, era todo lo contario: Esperarlo para castigarlo. Sin embargo, el amor del padre pudo más que la dignidad humana y arriesgó su status, afrontó la humillación solamente por la alegría del arrepentimiento de ese hijo que se había perdido y que fue hallado.

Así es Dios con nosotros una y otra vez. Él sufrió en Cristo nuestra vergüenza y se humilló a fin de que podamos entrar en una relación de amor y perdón con Dios.

La cruz fue la senda por la que corrió a abrazarnos. Este relato nos identifica con el hijo, es una llamada a nuestra conversión. Nos motiva a asumir nuestros errores y volver al Padre todas las veces que lo necesitemos, con la confianza de que seremos restituidos en la relación.

Nos devuelve la pertenencia a una familia de lazos de amor y comunión con otros que también han sido recibidos por el Padre. Ya no estamos solos en el chiquero sino reunidos alrededor de la mesa familiar.

PENSAMIENTO DEL DÍA:

La cruz fue la senda por la que Dios corrió a abrazarte.