Hay una frase muy significativa que dice que el optimista ve oportunidades donde el pesimista ve problemas. Y aunque no sea muy sabio dividir el mundo en dos, lo cierto es que cuando de personas se trata… están los que empujan hacia adelante con su optimismo y aquellos que detienen las ruedas del movimiento por su negatividad y pesimismo.

Animar a los demás, reforzar sus capacidades y estimularlos es el resultado de una persona optimista y entusiasta. Aun cuando las circunstancias se nos presenten contrarias, encontrar una razón para la esperanza transforma el obstáculo en posibilidad.

Tu hogar, tu familia y todo el universo de tus relaciones necesitan una intervención optimista, ante la vida. Aunque los problemas desborden y amenacen un naufragio en algún aspecto, si mantienes un espíritu entusiasta y optimista, otros se contagiarán del mismo y serán impactados por tu influencia.

Conocer la Verdad de Dios y Su Persona debería generar en nosotros un espíritu feliz. Sin embargo, a veces pueden más los problemas y las preocupaciones.

Dejamos así de impactar a otros y nos perdemos nosotros también en el negativismo y la desesperanza. Todo a tu alrededor necesita una dosis de optimismo.

Tu influencia puede ser hacia el ánimo o hacia el desánimo. Cuando descubres todo lo que dar ánimo puede ocasionar en otra persona, entiendes por qué la Biblia lo transforma en un mandato: “Sostengan a los que se desaniman”, contágienles pasión y entusiasmo.

Todo tu entorno familiar puede dar un giro si practicas cada día el refuerzo de la confianza, los comentarios optimistas y la esperanza.

Para que esto sea genuino y no un mero discurso positivista, necesitamos crecer en confianza plena de las promesas de Dios para nuestras vidas, en desarrollar fe en la persona de Jesús y reconocer Su amor y Gracia en nuestras vidas. Él es la fuente de nuestra confianza y seguridad.

PENSAMIENTO DEL DÍA:

Ningún pesimista ha descubierto el secreto de las estrellas ni navegado por mares desconocidos ni ha abierto una puerta al espíritu humano. Helen Keller