¿Cuál es la diferencia entre un beso acompañado con contacto visual, con una íntima e intensa mirada a tus ojos, y un beso en el cual los ojos del que te está besando miran a cualquier otro lado menos a ti?… Bueno, es obvio, me dirás.

El primero es un beso con el corazón, los labios concuerdan con el alma, el otro es nada más que un beso. Dos labios se tocan, pero solo un corazón hace contacto, el otro no. Jesús dijo que esta peligrosa realidad puede hacer presa de sus seguidores: “Este pueblo de labios me honra, pero su corazón está lejos de mí”.

Al comenzar el día ¿busco mi Biblia o busco Su rostro? (Porque son dos cosas totalmente diferentes)… Al entrar al templo para alabar ¿canto para el que me oye en el cielo o para los que me escuchan en la tierra? (Porque son dos cosas diferentes)… Al orar ¿me concentro en la respuesta de Dios o en el Dios de la respuesta? (Porque son dos cosas diferentes)…

Una cosa es comunión otra es rutina. Una cosa es entrar en su presencia, otra muy distinta es mirarle de lejos. Una cosa es buscarle al comenzar el día, otra cosa es cruzarme con Él y saludarlo al pasar. Dios busca adoradores que le adoren en espíritu y en verdad.

No a las apuradas, no a la ligera, no mecánicamente. La cristiandad está plagada de adoradores superficiales. Una adoración superficial redundará en una piedad inconsistente e inconstante.

El profeta Oseas definió muy bien esta clase de comunión trivial y temporal.
Dios no quiere tus palabras sino tiene tu corazón, examina hoy tu vida y fíjate cuáles son tus intenciones al acercarte a Él.

Que no sea algo fingido, insensible, sino algo que sale de un corazón agradecido. Verás como lo que antes hacías por rutina, se tornará en una necesidad, lo que antes hacías a las apuradas no podrás dejar de hacerlo, lo que antes era una relación en un solo sentido se convertirá en una relación de dos.

Pensamiento del día:

Que el beso que tú le das a Él cada mañana sea similar al que Él te da a ti.