Es bueno ponerse metas de vida con una actitud ganadora, pero cuando la conquista de esas metas acaba conquistándome a mí soy un perdedor.

Así, por ejemplo, el profesional encuentra una puerta abierta, una oportunidad laboral donde aplicar su título. Entra, se ubica, progresa… ¡El sueño de su vida se cumple! Buen sueldo, roce social, promesas de ascenso.

Su tiempo cada vez le pertenece menos a él y más a la institución. Ya no tiene horarios, ya no tiene vida propia. Su esposa le reclama (algunas no, porque les gusta ese buen sueldo). Sus hijos le ven en fotos mientras crecen solos… Más ascensos, más conquistas, más dinero, menos tiempo, menos libertad, (menos vida).

O la joven que egresó becada del colegio. ¡Mejor promedio a nivel nacional! ¡Qué orgullo para los padres! Lo publican en redes sociales, hacen una cena en agasajo, y también cena de despedida. ¡Es que la beca es en Francia! ¿Lo puedes creer?… Tocando el cielo con las manos… ¿O no? Bueno, depende. ¿Depende de qué? ¿Acaso no es el sueño de toda joven? Claro en su país era la mejor, en Francia, entre otros becados, es una más entre muchos. Sola, aprender el idioma, otra cultura… Los promedios comienzan a bajar. ¿Y si repruebo y pierdo mi beca? Para peor, si quedo fuera debo devolver al estado el préstamo de estudio. (Pero, ¿no era una beca?)… Presiones, tensiones, nostalgia, depresión. Sigue, obvio, pero solo vive para estudiar y estudiar, para obtener el tan deseado título y llegar a la siguiente meta, que será el caso del joven del párrafo anterior.

Mira, no estoy en contra del estudio, de los títulos profesionales, del progreso social y económico, para nada. Pero… ¿a qué costo? Eso es lo que debes evaluar con objetividad. Nunca olvides las prioridades correctas: Primero Dios, luego tu familia, luego trabajo o estudio, salud, iglesia, descanso, diversión, amigos… (Otra vez Dios) Que cuando llegue el día que mires hacia atrás no tengas que lamentarte de las cosas que tenías que haber hecho y no hiciste.

Pensamiento del día:

Es bueno ponerse metas de vida, pero cuando la meta conquistada acaba conquistándome a mí soy un perdedor.