En YouTube, observé un grupo de profesores de danza filipinos montando una escenografía solo con sombras.

Sus penumbras son transformadas en las más variadas figuras. Hacen que las sombras adquieran un significado artístico muy bello e impactante.

Fue inevitable no llevar mis pensamientos a lo que el Salmo 23 dice con respecto a los “Valles de sombras”. Esos valles que refieren a etapas de la vida. A momentos oscuros de pruebas, tristeza o soledad en los cuales no podemos ver luz y nuestros corazones se llenan de temor y de incertidumbre.

El Salmista David, sabía demasiado de días con sombra. Su experiencia como pastor de ovejas evocaba aquellas noches en el desierto cuidando sus rebaños a la luz de la luna, rodeado de peligros y amenazas. Sin embargo, su seguridad queda declarada en sus palabras “NO temeré mal alguno”.

Nuestra relación de confianza en Jesús puede ser atacada durante los momentos de penumbra en nuestra vida. Cuando todo va bien, nos sentimos tranquilos y cerca del Padre; pero cuando los problemas aparecen, tendemos a asustarnos, cuestionar, quejarnos y llenar nuestro corazón de amargura y rechazo de dichas experiencias.

David sabía que Dios estaba con él y esto traía paz a su alma. Reconoce dos herramientas pastoriles: La vara y el callado. Ambas infundían aliento cuando el desánimo amenazaba su oscuridad. Esto lo hacía sentir seguro más allá de los momentos sombríos de su vida.

Pensamiento del día:

Cierta oscuridad es necesaria para ver estrellas.