¿Has visto alguna vez a un pájaro carpintero? Si no lo has hecho, te invito a mirar por algún canal de YouTube unos segundos a estas aves y luego continúa leyendo.

Poseen algunas particularidades que los hacen especiales y llamativos. Miden entre 30 y 60 centímetros aproximadamente, pero tienen la capacidad de golpear los troncos de los árboles 20 veces por segundo, haciendo perforaciones profundas, para buscar alimento y marcar su territorio. Su pico es fuerte y los músculos de su cuello también lo son, a fin de darle estabilidad mientras pica y pica rápidamente, con constancia y persistencia hasta ahuecar la madera. Una y otra vez.

Golpe tras golpe, hasta dejar agujeros donde no los había.

Quizá la experiencia del rey David, autor de este salmo, se parecía a la imagen del pájaro carpintero. Una y otra vez en su mente, sus pecados golpeaban sus pensamientos para recordarle sus transgresiones. La conciencia acusaba permanentemente sus días trayendo a la memoria sus infidelidades, sus homicidios y deslealtades.

Había sido perdonado por Dios, restaurado y consolado; pero, aun así, no olvidaba lo que había hecho. Nosotros también sabemos lo que hicimos. Nuestra conciencia aparece como la gran acusadora y taladra toda iniciativa de recuperación y restitución. Golpea, visita, avergüenza y señala nuestros errores antiguos, aunque hayamos tratado con ellos.

Si bien es bueno ser conscientes y responsables de todo lo que hacemos, debemos tomar decisiones firmes con nuestros pensamientos. No dejemos que el enemigo nos ponga por delante el fracaso como una acusación, sino que Dios lo ponga adelante como muestra de Su Gracia y de su Amor.

Sentirnos perdonados nos ubica en un lugar de humildad y dependencia. Pero sentirnos fracasados, hace agujeros en nuestra vida y marca territorio para el enemigo de nuestras almas. Si vas a dar golpes certeros, dalos con tu pasado, pero no arruines tu presente ni tu futuro.

Pensamiento del día:

Erraste ayer, aprendiste hoy y perdónate también mañana.