Esperar es algo difícil para personas impulsivas. La acción antecede a todo razonamiento y eligen lanzarse a lo que su impulso las mueve, antes que medir riesgos, calcular posibilidades o evaluar los costos de un proyecto.

Esto tiene sus ventajas y sus desventajas, ya que muchas veces alcanzan sus metas, antes que aquellos que pierden tiempo rumiando ideas y sin concretar nunca.

Cuando pensamos en las personalidades de los discípulos de Jesús, es inevitable no asociar a Pedro con características impulsivas. Es el primero (y el único) en lanzarse al mar para caminar sobre las aguas. Declara que Jesús es el Cristo, el hijo de Dios antes que nadie pueda declararlo.

Pide a Jesús ser lavado completamente, cuando Jesús humildemente lava los pies de sus discípulos. Corta la oreja de Malco, en un acto épico, queriendo defender a Jesús de los soldados romanos y hasta promete seguir a su Maestro hasta la muerte. Sinceramente le dice: “Mi vida pondré por ti”. Sin embargo y conociendo su corazón, Jesús le dice: “No cantará el gallo, antes que me hayas negado tres veces”. Quizá no era la respuesta que Pedro esperaría escuchar de Aquel a quien juraba devoción hasta la muerte.

Pero lo cierto era que Jesús conocía a Pedro, más de lo que él se conocía a sí mismo y el gallo cantó tres veces tal como se lo había dicho. Pedro tuvo que aprender la lección: Seguir a Cristo no era cuestión de impulso, sino de conocimiento, dependencia y renuncia.

Ser un seguidor de Jesús va más allá de nuestros estallidos emocionales. Ser discípulos exige rendición. Morir a nuestra autosuficiencia para dar lugar a Su Persona.

Su poder y Su guía, son las condiciones para no abandonar, ni renunciar ante las presiones, ni la oposición. Seguirle es un proceso en el cual no sólo conocemos a Jesús, sino que nos conocemos a nosotros mismos. Solamente así podrán seguir cantando todos los gallos que quieran cantar en las madrugadas, que nada hará posible que neguemos a Jesús como nuestro Señor y Maestro.

PENSAMIENTO DEL DÍA:

Nunca llegarás a maestro si no aprendes a ser discípulo.