En un pueblo escocés vivía un médico famoso por sus conocimientos y su piedad. Después que hubo fallecido, se descubrió que en su libro de cuentas muchos de los que tenían deudas estaban tachados y con tinta roja, una frase que decía: “demasiado pobre para pagar”. Su viuda fue de otro parecer y presentó demanda contra estos deudores. Pidiendo que pagasen el dinero que debían a su marido fallecido. El juez le preguntó: ¿Es esta letra escrita en rojo, de su marido? Ella admitió que sí lo era, con lo cual el juez declaró: Ningún tribunal podría fallar a favor de su petición cuando su marido ha escrito: Perdonado sobre estas cuentas. Lo mismo sucede con el perdón que Cristo ofrece. Una vez concedidos nunca más se pueden sentenciar. El hombre perdona pero puede volver a aflorar su antiguo rencor y echar en cara una vez más la culpa. Un tribunal humano puede absolver al acusado pero sus leyes son tan cambiantes como el clima, Dios en cambio, perdona sobre la base de su misma fidelidad, sobre la base de su misma Palabra, y “los cielos y la tierra pasarán pero mis palabras no pasarán. Dios dijo “consumado es” y toda la obra de la redención queda sellada sobre esa promesa.

El ser humano que entrega el destino de su alma y confiesa sus pecados a Dios, cuenta con la garantía absoluta de que nada ni nadie, dice el apóstol Pablo, le podrá separar jamás de la relación de amor en Cristo. Un antiguo coro dice así: Jamás, jamás, mis pecados contará, perdonado por siempre y ante mi mente, nunca más los ha de mencionar. Jamás oiré de lo día de mi maldad, Cristo me ha redimido y ha dado al olvido mi pecar. Si vives perseguido por la culpabilidad de tus actos y dudas confesar a Dios, y dudas de su perdón efectivo, recuerda que con la tinta roja de su sangre el escribió sobre la deuda de tu pecado: “Demasiado pobre para pagar, yo pagué por él” y vive feliz, disfrutando de su perdón.

PENSAMIENTO DEL DÍA: Somos salvos no por lo que hacemos por Dios, si no por lo que Dios hace por nosotros.