Dwight L. Moody relató el cuento de un águila, que tenía envidia de otra que podía volar mucho mejor que ella. Un día el águila vio a un cazador con arco y flecha y le dijo, «Deseo que mates a esa águila volando en el aire». El cazador dijo que podía hacerlo, sólo necesitaba unas plumas para su flecha. Así que el águila envidiosa sacó una de sus plumas de un ala. El cazador lanzó la flecha pero no pudo alcanzar a la otra águila porque volaba demasiado alto. El águila sacó otra pluma, y luego otra…hasta que había perdido tantas plumas que ella misma ya no pudo volar. El arquero tomó ventaja de la situación, dio la media vuelta y mató al águila envidiosa. Aplicando la ilustración Moody dijo, «Si tú tienes envidia de otros, el que será más dañado por tus acciones serás tu mismo».

Alguien dijo que no puedes dinamitar la casa de tu vecino sin dañar los cimientos de la tuya propia.
En verdad, la envidia es un mal endémico que ha contaminado y sigue envenenando a millones de personas, destruyendo familias, lacerando a la sociedad y rompiendo relaciones que por años estuvieron fundadas en el altruismo y el amor mutuo.

En verdad la codicia, el deseo desordenado de lo que no tengo, a veces me controla aunque eso que deseo sea prohibido, una mujer, dinero fácil, un puesto, prestigio…
Un viejo adagio reza que: tres cosas hunden al hombre: la fama, la cama y la lana. En otras palabras: poder, pasión y prestigio.

En este mundo con un marcado estilo de vida sensual, la envidia y codicia por lo ajeno se torna una obsesión que me sirve para escalar posiciones.
Cuidado que no termines como aquella águila, engañado por alguien más astuto, cautivo y muerto por tu propia envidia.

PENSAMIENTO DEL DÍA:

TRES COSAS HUNDEN AL HOMBRE: LA FAMA, LA CAMA Y LA LANA. EN OTRAS PALABRAS: PODER, PASIÓN Y PRESTIGIO.