Cierta vez, una rana muy ruidosa escuchó cacarear a una gallina de una hacienda vecina. De tanto en tanto, esta rana era sobresaltada por el fuerte canto de la gallina que interrumpía su siesta.

Un día, cansada de tanto martirio, se dirigió al gallinero vecino, entró ofuscadamente a donde la gallina y le increpó: “¿Se puede saber por qué tanto ruido, por que tanto alboroto a cada rato? Nunca pensé que fueses una vecina tan molesta. ¿Qué es lo que hay de nuevo para tanta bulla?” “Nada”, respondió muy tranquila la gallina, “Es que cada vez que pongo un huevo cacareo” “¿Todo ese ruido por un solo huevo? ¡No puedo creerlo!” “Sí, un huevo señora mía, ¿te espantas tanto? ¿Cómo yo no me espanto de verte croar y croar a cada rato, constantemente? Al fin y al cabo, yo hago ruido porque estoy produciendo algo, pero tú ¿Qué haces cada vez que croas y croas? Nada, sólo croas. Yo hago ruido pero sirvo para algo, tú haces ruido y no sirves para nada”.

De esta fábula irreal se desprenden varias lecciones. No distamos mucho los humanos de mantener este tipo de debates, ¿verdad? El que hace alardea porque hace y el que no hace se queja del que hace por cómo lo hace.
¿Qué te metes a juzgar las intenciones del corazón de tu prójimo o sus acciones? Él tiene que dar cuenta ante su propio Creador y Señor, y si no lo hace en esta tierra lo hará en el tribunal celestial. El único que puede juzgar al hombre es Dios, sus motivaciones y acciones, porque no hay nada oculto para Él. Pero entre nosotros, “El que nada hace, es mejor que calle y no critique, y el que hace algo que no cacaree fuera de su gallinero”

PENSAMIENTO DEL DÍA:

“EL QUE NADA HACE, ES MEJOR QUE CALLE Y NO CRITIQUE, Y EL QUE HACE ALGO QUE NO ALARDEE.”