La historia nos revela una gran cantidad de hombres y mujeres que gritaron al mundo sus verdades y se fueron a la tumba defendiendo sus convicciones. Algunos fueron escuchados y creídos en vida, recibiendo los más altos honores por sus descubrimientos. Así nos vienen a la memoria Cristóbal Colón, Thomas Edisson, Albert Einstein, etc.

Otros fueron desoídos, criticados y hasta tildados de locos o mentirosos. Sus teorías y versiones necesitaron de su propia tumba para darles crédito y recibir honores “Post mortem”. Recordamos por ejemplo al gran novelista Julio Vernne, visionario adelantado, cuyos descubrimientos fueron considerados locura en su época y hoy los vemos hechos realidad, o al gran Galileo Galilei, o al pintor Holandés Van Gog entre otros. Pero sólo hay un hombre en la historia que predicó su versión del cielo y que revolucionó los valores de un mundo alborotado. Sólo hubo un hombre que ante la duda de muchos, la oposición de otros, el desprecio de su familia y la traición de sus amigos continuó enseñando lo que para Él era la verdad. Lo demostró con su vida, lo predicó con sus palabras y lo certificó con su muerte. Nadie le creyó, sólo un reducido grupo de fieles. Pero hoy millones de personas le deben la plena realización de sus vidas a su muerte.

Vidas transformadas por su revolucionaria versión del amor. Familias estables que gozan de su presencia.
¿Hace falta mencionar de quién estamos hablando? Este Jesús carpintero, nacido en el anonimato, criado en la pobreza, fue el único hombre de la historia que murió por sus convicciones y su muerte sigue convocando a millones cada año. Descolgaron su cuerpo inerte de aquella cruz y lo sepultaron en una cueva. Una piedra lo separó del mundo de los vivientes. Pero resucitó intacto a los tres días, ¿Por qué? Porque este hombre fue, nada más y nada menos que Dios mismo en forma humana, encarnado para decirnos cuánto nos amaba. ¿Atenderás a su mensaje? Pues entonces prepárate para la más emocionante aventura de la mano del que estuvo muerto y hoy vive para ti.

PENSAMIENTO DEL DÍA:

Hoy, millones de personas le deben la plena realización de sus vidas a la muerte de Cristo.