Las primeras sombras de la noche dibujaban siluetas tortuosas en las paredes de aquellos cerros. A la derecha del jinete, la montaña, a su izquierda el amenazante precipicio del cual ya no se veía el final. ¿Qué hacer? Pernoctar allí, a 3800 metros de altura era sinónimo de invitar a la muerte helada. Otras veces había cubierto el mismo camino, cabalgado por los mismos senderos, y siempre había llegado a destino, pero ahora, la situación era apremiante. Ya no podía ver ni siquiera dónde asentaría el pie su experimentado caballo. Trató de recordar cada curva, cada piedra, cada obstáculo y de esa manera guiaba al caballo, más por intuición que por vista.

Varias veces luchó con el animal jalando de sus riendas en sentido contrario porque el caballo no obedecía al mando de su jinete, y en esta lucha varias veces estuvieron ambos a punto de despeñarse. Hasta que el jinete comprendió el mensaje que el animal le estaba intentando transmitir hacía varios minutos. Soltó las riendas y se entregó al instinto del animal. Es sabido que los caballos ven mucho mejor de noche que los humanos. Su instinto es mucho más desarrollado que el nuestro. El paso fue lento pero seguro. No hubo traspiés, no se perdió el equilibrio, y llegaron. A partir de aquella noche, cada vez que Pedro, el jinete, se encontraba en senderos de montaña y de noche, soltaba las riendas de su caballo y se dejaba guiar por él.

Tu vida y la mía atraviesan etapas semejantes vez tras vez, ¿Verdad? ¿Quién guía en situaciones extremas? ¿En quién pones tu confianza cuando no logras ver más allá de tu próxima pisada? Aún con las mejores intenciones y con la mayor experiencia, muchos han caído en barrancos de los cuales nunca han podido regresar. Es emocionante, en esas situaciones, soltar las riendas de tu vida y dejar que Él te guíe. Dijo David en Salmos 23: “Aunque ande en valle de sombras de muerte, no temeré mal alguno porque Tú estarás conmigo”.

PENSAMIENTO DEL DÍA:

CUANDO NO VEAS NADA, SUELTA LAS RIENDAS Y DEJA QUE DIOS CONDUZCA.