Rembrandt, el famoso artista holandés, pintó un cuadro de la crucifixión. Captó de manera vívida la agonía del Salvador y su sufrimiento en la cruz. Las expresiones de los que contemplaban a Cristo en aquel Gólgota reflejaban en sí mismo la crueldad y el dolor de la crucifixión. Una de las cosas más significativas del cuadro aparte de la figura del Cristo agonizante, es el autorretrato de Rembrandt que figura entre los observadores en la penumbra. Esta era la manera de Rembrandt de decir: “¡Yo también estaba allí, yo ayudé a crucificar a Cristo!”.

Nosotros también, tú y yo, apreciado amigo, estábamos allí entre la penumbra aquella tarde en aquel monte. Porque Dios cargó sobre él el pecado de todos nosotros, dice el profeta Isaías 53:6. Claro que fue en otro tiempo, otra cultura, otras personas, pero exactamente el mismo corazón pecaminoso que caracteriza al hombre y la mujer en estos tiempos. El mismo problema y la misma solución: La muerte sustitutoria de Aquel que fue semejante a nosotros en todo pero sin pecado. Aquel Dios hecho carne colgado entre el cielo y la tierra ante la mirada dura de los allí presentes, devolviéndoles una mirada de amor y de compasión que aun hasta hoy sigue ofreciendo su perdón.

Y no olvides, tú también estuviste allí. Para ti también es esa mirada de amor y su perdón. ¿Qué harás? Si tan sólo tuviésemos la humildad de aquel artista holandés, en la cúspide de su carrera, con una fama internacional pero reconociendo en su interior que es tan culpable de sus pecados como cualquier otro mortal y miráramos con fe aquella cruz y aceptáramos los brazos abiertos del Señor que, aunque siendo enemigos suyo haciendo malas obras, ahora Él nos quiere reconciliar, podríamos encontrar la verdadera luz que emerge de las penumbras de la vida y aquel cuadro oscuro y gris que hoy pinta tu existencia, será transformado en un presente de luz y color de la mano de Aquel que murió por ti y por mí.

PENSAMIENTO DEL DÍA:

QUE LA CONTEMPLACIÓN DE LA CRUZ DE CRISTO SEA PARA TI TU ÓPTICA DE VIDA