En otra de mis tantas visitas a “la casa en la playa”, como nuestras hijas llaman al lugar al que viajamos algunas veces en el año, en Same, provincia de Esmeraldas, me llamó la atención ver a dos muchachos que buscaban monedas enterradas en la arena. Con un moderno detector de metales electrónico de ultra sonidos, que detecta metales enterrados bajo tierra hasta más de un metro de profundidad, dos jóvenes “barrían” cada metro cuadrado de playa escuchando las diferentes frecuencia de sonidos que emitía el aparato. “A veces encontramos metales viejos y oxidados, sin valor alguno. Otras veces hallamos monedas, nuevas y antiguas. Las nuevas y de valor las restauramos y usamos nuevamente”. (De hecho, en los cinco minutos que hablé con ellos encontraron dos dólares. ¡Nada mal!). Pero en algunos casos encontramos lo que en verdad buscamos”. “Y, ¿qué es?”, pregunté con asombro. “Oro. Piezas de oro de antiguas civilizaciones que habitaron estas playas”.
Jesús contó una historia particular. Un hombre empleado en trabajar en un campo, cavando, halló un cofre con tesoros. No era del dueño del campo, seguramente era del dueño anterior. El caso es que este trabajador valoró lo que halló, vendió todo lo que tenía y compró aquel campo pasando así a ser dueño legal de aquel tesoro. Podría haberlo robado. Podría habérselo echado a su mochila y listo, Nadie me vio, aquí no pasó nada. Pero no. Quiso comprarlo, quiso trabajar por él, le dio valor. De la misma manera, Dios podría haber escogido un método menos traumático para redimir la raza humana. Si hubiese deseado habría escrito su “buena nueva de salvación para el hombre” en el firmamento, con sus estrellas. Podría haber enviado una compañía de ángeles para que lo expliquen. Hubiese citado una comitiva en representación de la raza humana para que llegue a Su trono y así “negociar” un arreglo por su santidad ofendida. Pero no. Escogió pagar el precio, un precio muy alto. Lo dio todo, dio a su Hijo. Para Él tú cotizaste alto en el mercado del cielo. No dejes que otros te devalúen. Eres precioso para Él. Sólo en intimidad con Jesús descubrirás tu verdadero valor en la vida.
Pensamiento del día: Él es Quien entierra el pecado y resucita al pecador.