No podemos despedirnos de esta cautivante historia sin dedicar un segmento al hijo mayor. Pues esta historia comienza con una FAMILIA IDEAL. Continúa con una FORTUNA INMENSA. Prosigue con una FALSA ILUSIÓN, la del hijo yéndose lejos. Sigue con un FINAL INESPERADO, con los cerdos, y acaba con una FIESTA INIGUALABLE. Pero en esa fiesta faltaba el otro hijo, estaba enojado, fuera de la fiesta, hablando a la puerta con el Padre sin querer entrar. Dice el versículo 28 de nuestro capítulo 15: “Entonces se enojó, y no quería entrar”. Tanto lo uno como lo otro te dejan fuera de la vida de la gracia. Tanto el temor al castigo (que te mantiene lejos del amor del Padre), como la presunción de la vida legalista que te sumerge en el rencor y envidia aún de tus propios hermanos, y en el reclamo de tus propios derechos. Al estilo de aquel hijo mayor, nos sentimos invadidos en nuestro espacio personal cuando Dios acepta a un pecador, le perdona y le bendice. Somos presa de la envidia. Pensamos que su provisión hacia nosotros menguará si son más los que se benefician. Eso es tan ridículo como pensar que tendré menos calor de los rayos del sol sobre mí porque un nuevo bebé ha nacido hoy en el mundo.

No, su gracia y provisión son inagotables, tanto para uno como para otro. Era necesario hacer fiesta y regocijarnos, le explica el padre a este hijo legalista, desde el versículo 28-32. ¡Cuán manso es el Padre! Su gracia brilla en la paciencia con que aguanta la soberbia de los que se creen más santos dentro de la casa, así como en la amorosa bienvenida que brinda al pecador que regresa al hogar después de haber vivido lejos. Es por eso que pienso que el protagonista en esta historia es el padre más que el hijo. Doce veces aparece la palabra “padre”. (Creo que tendría que haberse llamado más que la parábola del hijo pródigo, la parábola del padre amante. ¿Qué te parece?)

Pensamiento del día:

¿Tendré menos calor de los rayos del sol sobre mí porque un nuevo bebé ha nacido hoy en el mundo?