Dicen los expertos en boxeo que una de las causas principales por la que se pierde una pelea de box, no es tanto la aptitud física, la velocidad de las piernas, ni la fuerza del impacto, sino el hecho de dar más golpes al aire que al cuerpo del rival. Errar al blanco reiteradas veces desgasta. Estos expertos dicen que la fatiga de los músculos de los brazos se produce tanto por impactar como por fallar. El movimiento es el mismo y, al no asestar el golpe, todo el cuerpo debe realizar un trabajo extra para recuperar la posición ideal, cosa que no hubiese sucedido si habría dado donde debía.

También en la vida (que no se diferencia mucho de un ring de box) cuantos más golpes al aire damos más nos cansamos. ¿Dónde estamos dando nuestros golpes?… Y no me estoy refiriendo a golpes para herir, maltrato verbal a mi cónyuge, gritos en la carretera, insultos al jefe; que de por sí dañan al que los recibe como al que los da, pero me refiero a aquellos golpes de alto impacto, que te proyectan, que son necesarios, que marcan la diferencia. Porque si concluimos que la vida es una batalla, una lucha, (y de hecho que lo es) entonces debemos ver bien en qué momento y en qué lugar estratégico damos esos golpes ganadores. Tal vez de ahí el cansancio y el agotamiento. Dijo el apóstol Pablo: “Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado”. No gasto energía en cosas intrascendentes, dice él, más bien aplico esa fuerza en auto disciplinarme, en ser el propio verdugo y castigador de mi cuerpo y sus pasiones, de mi alma y sus emociones, de mi mente y sus convicciones.

Pensamiento del día:

Cuantos más golpes al aire damos más nos cansamos.