Los versículos 11 y 12 del capítulo 103 del libro de los salmos describen la longitud del amor de Dios por nosotros. Se utilizan dos medidas relativas, simbólicas, no absolutas por ser imposible de ser medidas. Una es la distancia entre el cielo y la tierra. Tenemos un punto de partida: La tierra, pero ¿y el otro extremo? ¿Cómo podemos llegar al límite del firmamento? Los científicos realizan viajes interestelares cada vez más lejanos en el espacio exterior pero nunca llegan a su fin. La otra medida usada en este Salmo es idéntica, es la que existe entre el oriente y el occidente. Si hubiese dicho entre el norte y el sur hubiese sido medible, ya que la distancia entre el Polo Norte y el Polo Sur es de 20.000 Km, pero al decir de oriente a occidente estamos en el problema anterior. ¿Cómo saber cuándo llegamos al límite? No hay polos allí que marquen el fin. Tampoco hay polos que marquen el fin de la misericordia divina por cada uno de nosotros. Su amor es ilimitado, su perdón es sin límites, y su misericordia es infinita. Fue necesario tanto amor porque la magnitud de mi ofensa y de mi pecado lo ameritaba. ¿O pensabas que el asunto de tu enemistad con Dios, el muro de división y la montaña de pecados contra su santidad sólo era un “problemita”? ¿Quieres ver la dimensión de tu pecado hacia Dios?… Entonces mira la dimensión de su amor por ti. Ese amor debe cautivarte, ese amor debe motivarte a la acción, ese amor puede renovarte. Pablo ruega que, considerando la magnitud de la misericordia de Dios nos decidamos a consagrar ante su altar nuestras vidas sacrificándonos diariamente por serle agradables. (Romanos 1:1-2) Dice el profeta Isaías 1:18 «Vengan, pongamos las cosas en claro dice el Señor. ¿Son sus pecados como escarlata? ¡Quedarán blancos como la nieve! ¿Son rojos como la púrpura? ¡Quedarán como la lana!” Así que de ahora en más valora Su obra de amor por ti.

 

Pensamiento del día:

Si quieres conocer cuánto le ofendiste, observa cuánto te ha amado.